domingo, 23 de junio de 2013

LOS CANCHONES (Continuación).


  
VI

   El inquieto comunero se puso de pie en el mugriento canchón que atacado por el temporal, lloraba gotas de agua turbia. Con rostro sereno y curtido miró a su amigo negro y exclamó:

-Esta vida es un infierno, qué jodidos estamos aquí, en mi Comunidaá malo que bueno sobrevivimos.

-Allá en las haciendas del Alto Piura es pior con los Seminario, los Reusche, los Sheffer, los León- respondió el negro fugitivo con rostro brilloso en el que se reflejaba el candil.

-Las tierras de mi Comunidaá en el Bajo Piura son nuestras sólo que el Estau nos jode con impuestos, el Banco Agrario nos aprieta el gañote con sus préstamos y los comerciantes nos compran por una bagatela nuestros productos...

-Hermano Inga tuesas tierras del Bajo Piura son inmensos algodonales, he visto que todo el mundo siembra el algodoncito, porque dejuro da plata.

-Si que es verdaá, hermano Balto, que todo el mundo, grande y pequeño siembra el algodón porque el Banco Agrario les da el préstamo con la condición de que siembren el algodón, igual los demás bancos vampiristas. El comunero, el campesino siembra el algodón y ¿Qué hace luego con la cosecha? Venderla. ¿A  quién se la vende? A la familia Romero, que paga una miseria. Estos señoritos Romero son los que se llevan la parte del lión, se han hecho ricos con el sudor, el sufrimiento y la sangre de los campesinos piuranos...

-¡Estos Romero sí que son ricachones, hermano Inga!

-Son ricachonazos, Balto, y vinieron de España calatos, con una mano  adelante y otra atrás, me lo han contau mis taytas, dizque empezaron comerciando con sombreros de los que hacemos nosotros en Catacaos, los compraban bien baratos y los vendían bien caros y jueron juntando plata, luego se metieron como usureros de los campesinos y así se jueron metiendo y usurpando tierras poco a poco, se jueron enraizando como yerba mala en el campo, comprando y agarrando tierras, comprando desmotadoras de algodón, haciendo almacenes comerciales, haciendo fábricas de aceite con la pepita del algodón, metiéndose de accionistas de bancos. Fue con el algodón que consolidaron su fortuna, es decir, con las tierras y el trabajo de los campesinos y no con la fábrica San Jacinto como ha tratado de engañar don Calixtro a los obreros cuando se han levantao en masa pidiendo justicia...

 -Supimos en el Alto Piura, hermano Inga, de esa revuelta de los obreros de la fábrica San Jacinto...

-¿Qué les decía don Calixtro Romero a los obreros de San Jacinto amotinaos? "Cholos cuidao con matar a la gallina de los güevos de oro, si piden aumentos salariales voy a tener que cerrar la fábrica con el dolor de mi corazón y todos vamos a perder y ustedes más porque se irán a la calle o a la cárcel, decidan ya, son libres de elegir" Pero todo era una bulda mentira con la fábrica San Jacinto sacaban aceite de primera con la pepita del algodón, sacaban pasta para el ganao... Los Romero obtenían superganancias reventando a los obreros con salarios de hambre. Te repito, Balto, que la verdadera "gallina de los güevos de oro" de los Romero han sido las tierras y el trabajo doloroso de los campesinos. Por tuesto que te cuento mi Comunidaá está jodida, por un lao tiene a los ricos estranguladores y puel otro al Estau que nos oprime. Agora tú, cuéntame más de tus andurriales.

-Allá en el Alto Piura, hermanito Inga, la vida es muy dura en todas las haciendas. En donde nací, en Yapatera, es quizá la hacienda más mala. Allí a las cabezas de familia les dan un retacito de tierra pa' que la siembren con la condición de que la familia trabaje pa'l patrón en todas las faenas de la siembra y cosecha de la caña, en la crianza y cuidado del ganao y hasta en las labores domésticas de la hacienda. Allí los capataces y mayorales te abruman de tareas que no puedes respirar. Allí la vida y el tiempo de los hombres y mujeres le pertenecen al patrón. Allí bajo esas bestiales condiciones no hay futuro pa' nadie, sólo pa' las Haciendas y sus dueños que engordan y se pudren en plata sembrando de cruces los campos y los caminos.

-En mi Comunidaá tamién hay diferencias, no todo es color de rosa, hay quienes tienen muchas tierras, hay otros que tienen un retacito y hay quienes no tienen nada.

-Y tú, hermanito Inga  ¿Qué tantico tienes?

-Tan sólo un retacito, hermano Balto, en donde siembro algunas legumbres y verduras, por eso me veo forzao a ser golondrino.

-¿Golondrino?

-Sí, mi negrito, somos como las golondrinas que andan revoloteando de aquí pa' allá en busca de trabajo, por eso hemos venido a parar a este culo del mundo.

-Igual nosotros, hermanito Inga, andamos corre caminos por tuestas tierras, como pájaros sin nido y en todos los sitios que nos alquilamos nos sacan la chochoca; pero en mi tierra la pasamos tan mal como si juera el propio infierno.

-¿Tan malos son los gamonales hideputas en el Alto Piura?

- Sí que lo son. Es famosa su crueldaá de patrones, mayorales, capataces, verdugos que si chistas te acribillan a bozalazos o te muelen a palos.

-Pero hay que levantarse del suelo y defenderse, hermano Balto.

-Si les pones un dedo a un mayoral, a un capataz te hacen carga montón todos los bandidos y te revientan a patadas, te meten al cepo y te despellejan el espinazo a chirrionzazos  y luego terminas encerrau en una cueva oscura, de hambre, de sed y viviendo con gusanos, cucarachas y ratas.

-¿Has estau en esas mazmurras, Balto?

-Sí, varias veces y no sé por qué no me morí, es que el güeso y el pellejo del cristiano es muy resistente.

-Y ¿Qué comías, qué bebías?

-Bebía y comía gusanos pa' no morirme. Las ratas me daban asco tragármelas.

-¡Taytito lindo, yo no podría comer gusanos!

-Hermanito Inga, el hombre con ansias de sobrevivir hace cosas increíbles. Los gusanos me aplacaban el hambre, la sed y me daban vida.

-¿Y los asquientos que no comen ni los gusanos ni las ratas, qué pasa?

-Se mueren y van a descansar eternamente a la hacienda canillas.

-¿Muchas veces estuviste allí?

-Cuatro veces, hermano Inga.
-¿Por qué te llevaban?

-Porque decían que andaba calentándole la cabeza a la gente y que "amarraba la chiva" y no ponía empeño en el trabajo de la caña, cuando nos sacábamos el ancho desde la madrugada en múltiples faenas, recogiendo leña seca del campo, dando de comer al ganao, preparando el terreno pa' la siembra, desyerbando, cosechando. Hasta la yuquita la cosechábamos por las noches y las madrugadas alumbrados por antorchas o con los rayos de la blanca luna. Andábamos en grupo y todos éramos negros chambiones y rendidores y nos queríamos como hermanos, esa era la tirria que nos tenían los capataces y caporales, que siempre me acusaron de ser un negro cimarrón peligroso, busquiche, rebelde y levantisco.

-En el fondo te tenían miedo Balto, olían que podías ser en el futuro un cabecilla y levantar a la gente ante tanta injusticia.

-Pero yo hermanito Inga no mato ni un mosquito, sólo quiero el bien pa' la gente, que no sufran como los cabritos guachitos sin su pobre mare que se murió pariéndolos.

-¿Cómo jue que te huyiste de la Hacienda, Balto?

-Jue en el último encierro, estaba hecho un esqueleto, enfermo y moribundo, tirau en la cueva oscura, ya los capataces de la Hacienda me daban por muerto, mi celebro estaba calenturiento y tenía muchos sueños horribles y bonitos, solamente la pasaba soñando, hasta que en uno de esos sueños me convertí en un pájaro de alas gigantes y empecé a tomar vuelo desde la cueva oscura hacia el azul limpio del cielo, volaba, volaba por los aires de prisa sin descansar como si el diablo me persiguiera, cuando miré hacia atrás y vide que nayde me perseguía, atonce paré en el algarrobo más frondoso que había en el cerro más alto. Ya sosegao divisé la hermosura de los campos floridos, el aire llenaba mis pulmones y todo mi ser se amansaba. Desperté sudoroso, pero aliviau con una idea fija de libertaá,
libertaá, morir por ella. Atonce me hice el muerto sin dar ninguna señal de vida y al tercer día vinieron a verme los capataces, había fiesta y bullicio en el pueblo, llegaron cuando la tarde moría, entraron con una antorcha que iluminó toda la cueva, gritaron todas las bascosidades que me decían siempre, resondrando, requintando y maldiciendo. Pero se quedaron paralizaos en la entrada de la cueva como hipnotizaos por una macanche parida. "Apesta a mil demonios", dijo uno. "Güelo pior quel añás", dijo otro con voz gangosa , quizá porque tenía las narices tapadas con los dedos. "Parece quel nego ha estirau la pata", dijo otro. "Debe de tener varios días muerto", habló otra vez el gangoso. Luego se retiraron, yo me quedé inmóvil por sí las moscas. Volvieron más tarde y nuevamente renegando contra la pestilencia y los mil diablos. Atonce escuché el sonido del manojo de llaves de las cadenas, se acercaron hasta donde estaba y me pusieron la antorcha cerquita de mi cara, el fuego me chamuscó las cejas y las pestañas. "Apesta y está más tieso que un cacho e' toro", dijo uno de ellos. "El nego a pelau el ojo", de nuevo habló el gangoso. Atonce sentí en mis costillas las ojotas duras de un capataz que hacía rodar mi cuerpo, y sonar las cadenas que sujetaban mi pie derecho, luego me sentí liberau de las cadenas, me envolvieron en unas sacas y me sacaron a rastras y me tiraron en un pequeño canchón solitario de la Hacienda en donde el bullicio de la fiesta del pueblo se oía mejor. Se jueron cerrando con furia la puerta de lata del canchón ¡Era llegada mi hora! "Sanmartincito de Porras- exclamé- ayúdame negito lindo" Me levanté tiritoso cuando ya era noche cerrada, saqué juerzas del fondo de mi alma, abrí la puerta de lata y gané la calle rengueando como un choqueco patojo, esquivando a la gente que se iba a la fiesta. Llegué arrastrándome a la choza de mi amigo Goyo, se estaba alistando pa' la fiesta. Cuando me vido y al verme tan esqueleto y apestoso me abrazó con todas sus juerzas, llorando como si juera mi mare, me ayudó a bañarme y me dio de comer y luego se jue a buscar a Simeón y a Teódulo, mis amigos del alma, y entre los tres me ayudaron a salir de la Hacienda, llevándome cargau como si juera una criatura tiernita, por unos caminos desconocidos para burla a los soplones, ya de madrugada llegamos a unas cuevas de piedra. Allí descansaron mis amigos un ratito, mientas comíamos los mendrugos y las frutas de las alforjas y tomábamos agua fresca de las limetas. Luego me volvieron a cargar y empezamos a recortar el camino en dirección a la montaña, al siguiente día por la tarde ganamos nuestro objetivo. Allí me dejaron mis amigos con las alforjas de los mendrugos y las frutas y dos limetas de agua, y ellos se volvieron de prisa, pues el lunes tenían que estar puntual en la Hacienda.

-¿Cómo es que sobreviviste Balto en la montaña?

-En el primer mes mis amigos me llevaban buenas raciones de comida los fines de semana mientras me recuperaba. El aire de la montaña me ayudó a restablecerme rápido, cuando pude caminar sin tambalearme me interné más en la montaña y descubrí un inmenso jardín de árboles frutales: mangales, tamarindales, guayabales, papayales, cerezales..., que me los disputaba con los pájaros insaciables, pero habían en tal abundancia que de comer tanta fruta en las primeras semanas me dio una diarrea que no cesaba; pero ese purgante fue una purificación porque me ayudó arrojar todo lo malo que tenía mi cuerpo.

-¿Y los guardias de la Hacienda no te buscaban?

-Fue un misterio según mis amigos, pues al parecer los capataces que me iban a enterrar en la fosa se tragaron la lengua pa' salvar su pellejo y me dieron por muerto y sepultao. Tuve una gran suerte taytita Dios grande, San martincito de Porras, pues si me perseguían los policías de la Hacienda con sus enormes perrazos dejuro que rápido me encontraban dado el estau de mi salú. Atonce por rebelde cimarrón y huyidizo me hubiesen dao de bocau pa' sus perros, como a tantos pobres que se rebelaron huyendo de la Hacienda y murieron descuartizaos por los fieros perrazos, que les habían enseñau a comer carne de cristiano.

-¿Cuánto tiempo estuviste en el monte hermano Balto?

-Estuve más de siete años hermanito Inga y conocí parte de la montaña y de la selva desa zona, ya te contaré que vida llevé con mi triste soledaá. Pa' distraerme y sustentarme jugaba y cantaba con los pájaros, chupaba el néctar de las flores, buscaba panales y comía la exquisita miel, mataba lagartijas, iguanas y conejos para comérmelos asaus. Cuando caía la noche volvía a una de mis cuevas de refugio, que las tenía bien señaladas y tapadas, siempre tenía fuego, me daba recelo el puma o lión de la montaña, varias veces lo vi acercarse a la cueva a olisquear y a mearse en las rocas. Atonce yo salía hecho un diablo con fogatas y tizones de candela se los tiraba, resondrándolo de todas las maneras. El puma salía corriendo y tan luego se iba, cerraba bien la cueva y me la pasaba en vela todita la noche, junto al fuego, estos animales son como el espíritu malo, penetran en donde no hay luz, allí en la oscuridaá hacen sus matanzas, por eso siempre tiene que haber fuego.

-¿Y no tenías miedo con tanto peligro Balto?

-Sí que lo tenía hermano Inga, aunque vivía asustau era mejor que vivir esclavisau. La vida en la Hacienda era como estar en el infierno, sojuzgaus tus abuelos muertos, sojuzgaus tus padres moribundos, sojuzgaus tus hermanos lisiaus, tuesta desgracia por culpa del maldito patrón. En la montaña y selva habían muchos peligros, pero eras libre como los pájaros, como las mariposas, como las flores silvestres que nacen sin que nayde las siembre. Sí echaba de menos a mi mare, a mis hermanitas, a mi nega linda que sí sabía que no era muerto, sino que era libre como el viento...

-¿Qué tenías tu negrita, Baltito?

-Si hermano Inga se llamaba Tatiana, era una nega hermosa de enormes ojos dormilones, sus pestañas parecían abanicos de blanca y tenía una cinturita de avispa, cuánto la sigo amando y ella cuanto me quería, soñábamos con casarnos y huir de la Hacienda...

-¿Qué pasó con ella hermano Balto?

-Hay hermanito no me hagas recordar y remover la espina clavada en mi corazón, su belleza la alejó de mí, cuando cumplió dieciocho  años el patrón la llamó pa' que viva en la Casa Hacienda, pa' que trabaje como mula, pero tamién pa' que sea una de sus tantas concubinas. Me mandó a decir con mis amigos a la montaña, que ella sólo a mí me quería y a nayde más, que iba donde el patrón por obligación, porque sino iba tomarían represalias contra ella y contra toda su familia. Así son las leyes que los patrones han impuesto en las Haciendas, hermanito Inga...

-En mi Comunidaá, hermano Balto, algunas veces los padres eligen el marido a sus hijas, pero en la mayoría de las veces son las chinas las que eligen a sus cholos como maridos o esposos. Las leyes sociales son cien veces mejores en la Comunidaá que en las opresivas Haciendas. Cuanto lo siento Baltito, no era mi intención hacerte recordar al gran amor de tu vida, al parecer la tuviste cuando ella era una ternerita.

-Si hermano Inga ella fue mía desde los quince años y yo le llevaba seis.

-Atonce esos años con ella la pasaste rebien.

-Si hermanito toda la opresión de la Hacienda era llevadera por ella y tamién porque mi neguita desde muy tiernita tuvo sueños de libertaá, me comprendía en mi rebeldía y me daba ánimo pa' seguir adelante. Cuánto la recordé en esas noches infinitas cuando estaba acostado en la cueva de la montaña, parecía que patentito la veía, que se me aparecía y me hablaba y me besaba. Recordaba toitos los momentos bonitos que pasamos juntos, escapados del mundo y del infierno de la Hacienda, haciendo el amor en medio del pasto verde o a la sombra de los tupidos algarrobales, o en el centro de las flores silvestres que con su fragancia nos excitaban ... Oh cómo la recordaba en las noches de luna llena cuando se me entregaba calentita en el nido de paja que yo le hacía en medio de las fragantes resedas...

-Esos amores hermanito Balto se llevan en la sangre, en el alma y viven todo el tiempo con nosotros, quedamos marcados pa' siempre. Ten fe hermanito que dejuro volverás a encontrar a otra chamaca buena mosa




como tu Tatiana, verás que más temprano que tarde la encontrarás, puede ser otra zamba de tu tierra Yapatera o una chola de mi tierra catacada o tal vez una serrana ayabaquina  destas tierras donde estamos trabajando hoy mismo ...

-Hay hermanito Inga mi herida es tan profunda, mi corazón ha quedau desecho que no tiene ganas de volverse a enamorar a pesar de los muchos años que han pasao.

-Hermano Balto el tiempo sólo el tiempo curará esa profunda herida, ya lo verás.

-Cuando estaba en la montaña por las noches en la cueva clarito veía a mi Tatiana, pero ahora en los canchones llego tan cansau que apenas me acuesto en la saca y me quedo seco dormido, y luego por la madrugada me levanto de un brinco, asustao por la pitada que me llama a trabajar. Ahora no tengo tiempo ni pa' recordar a mi Tatiana y ni pa' soñar.

-¡Nuay que permitir que nos ocurra eso, hermano Balto, si nos quitan el recuerdo, la memoria, atonce seremos como sombras vagando por el mundo, y si nos quitan las ganas de soñar, pior por que seremos como marionetas de circo, sin alma, sin espíritu, sin dignidaá... Hay que vencer el sueño, hermano Balto,  pa' vivir,  pa' pensar,  pa' soñar,  pa' luchar...!

-Mea gustao lo que me has dicho, hermano Inga, lo tendré muy presente.
 ¡Nuay que desmoralizarse, hay que sobre ponerse. La vida es dura pa' las parias del campo, pero hay que levantar la cabeza gacha, hay que enderezar el espinazo y no andar corcunchos como derrotaos, hay que sacar pecho y levantar la mirada, nuay que dejarse coger la sombra, hay que sobre ponerse al dolor...!

-¡Eso es mi hermano Balto! Tú si que tienes valor, te has escapao de las garras de la Hacienda de Satanás, y en la montaña y la selva, durante más de siete años has sobrevivido a todos los peligros, te has enfrentao al puma y a las culebras.... y ¿tamién a los indios salvajes y matones que dicen hay en la selva...?

-Hermanito Inga te agradezco todo lo que me dices, pero por favor no les digas indios salvajes matones a esos hermanos inocentes, ellos son como niños ingenuos y huyidizos, cuando me topé la primera vez con ellos jue al tercer año de mi huyida de la Hacienda cuando me fui a la selva porque vi a soldados sospechosos inspeccionando las montañas. Atonce para asegurar mi vida enrumbé a la selva atravesando pampas, bosques, quebradas y montañas, caminando semanas. A los pocos días de internarme en la selva sentí que me seguían desde los tupidos árboles, eran unos seis y me andaban siguiendo días, hasta que nos encontramos cara a cara, ellos llevaban sus flechas listas pa' la caza, cuando me pararon, su actitú era de curiosidaá, no querían hacerme daño, porque nada les costaba arriarme un flechazo y dejarme allí mismito muerto, destripao, por eso yo les hablé desesperau al ver gente humana en la selva, les dije "Yo soy amigo, soy cristiano" Pero creyo que no me entendieron ni jota, más bien los asusté porque salieron corriendo como venaus y se perdieron en la espesura de la selva.

-¿Qué pasó Balto, por qué huyeron?

-Lo supe al tiempo cuando aprendí un poquito su lengua, me dijeron con mímica y señas que nunca habían visto a un hombre nego, y pensaban que podría ser una nueva raza de mono, pero cuando me vieron hablar se asustaron  más y por eso se corrieron...

-¡¡¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja te confundieron con una mona, Balto!!!

-¡Ya basta hermano Inga, por ahora, ya basta de la montaña y la selva, vayamos alas cosas serias...!

-Disculpa hermanito Balto, todo lo que me cuentas es muy serio, disculpa por reírme y de decir tonterías, he sido un zonzo. Pero vayamos como tú dices a las cosas que hoy más nos interesan. Pienso cómo se complicó tu vida al tener esos patrones tan malvados, cómo a los comuneros se nos complica la vida por no tener tierras de cultivo y por tener a garratierras y explotadores, que tratan de socavar la comunidaá; y cómo a las peonadas aquí, en la Hacienda La Tina, se les complica la vida al ganar salarios tan miserables. Ves como todos somos de una misma clase y no tenemos más remedio que estar juntos, unidos en las buenas y en las malas, en las tristezas y en las alegrías, en la enfermedaá y en la salú, en el trabajo y en la lucha.

-Así me gusta hermano Inga, que no haygan recelos entre nosotros, por ser negros, o ser cholos, o ser indios o ser de otras tierras peliemos entre nosotros, mientras el patrón, sus capataces y mayorales pelen las muelas de risa al vernos separaus, divididos y enfrentaos unos con otros, eso no lo permitamos hermano. A nuestra gente hablémosle firme, tamién a las peonadas de la hacienda, pues algunos nos ven como enemigos porque no somos lugareños, ya que dizquen les venimos a quitar el pan, cuando nosotros trabajamos tanto o más que ellos. Tienen que comprender que todos los trabajadores somos hermanos, somos una sola familia Contrata Negra, Contrata Chola, Peonadas y demás hermanos trabajadores, todos somos uno ¿Es verdaá hermano Inga o no?

-Sí Baltito, tienes toda la razón,  por eso he conversau con gente seria de las peonadas, con Indalecio, con Porfirio, con Belisario, con los piones que trabajan en el platanal,  se están organizando, están tovía en pañales, como perritos recién nacidos que poco a poco irán abriendo los ojitos, y más luego nos verán mejor a las contratas, como hermanos. He hablau, tamién, con los tractoristas jefe Seminario, hombre recorrido, serio y de lucha y su brazo derecho Camilo, cholo recio y legal. He conversau con el joven peón Wilson Feria, muchacho letrau y su collera de mozos. He conversau con el molinero Wilmer, el gigante, hombre serio y de palabra. He conversau con la gente que cuida el ganao,  el Patamarrada, el Garrincha, el Chuflas cholo. He conversau con la gente del taller ñor Jaime y el joven Nole, hermano del flaco Nole de la oficina, el dibujante de culebras. He conversau hasta con los churres Chapalolla, el ayudante y cocinero de los tractoristas; y con el Chicloy, el que le dá de comer a los perros de la Hacienda. Hasta con los piareros he conversau con el serio de González, con el viejo amable de Gumercindo y con el furioso Mogolloni, el hijo del bandolero Mogollón, el que fue guardaespaldas del temido Froilán Alama. Se vienen organizando por lo bajo sin que sepan ni sospechen los capataces y mayorales de la Hacienda, todo es muy reservao. Yo tamién estoy conversando con la gente de confianza de mi canchón, hay unos jóvenes muy entusiastas y letraos.

-Yo tamién, hermano Inga, no creyas que estau con los brazos cruzaos, he conversau sobre organización en mi canchón y hay entusiasmo y miedo, mi gente tiene poca letra y la mayoría de los negros no sabe ni mú, nunca jueron al colegio, jamás lo permitió el patrón en las haciendas del Alto Piura, y los que sabemos alguna letra nos la enseñaron a escondidas unos padrecitos misioneros. Por eso me tienes que ayudar hermano Inga, tus mozos letraus deben dar charlas y enseñar a leer a mi gente, tienes que conversar con pa' Isaá pues es él quien nos viene abriendo los ojos, él estuvo con gente brava de las montoneras, levantadas por los montes,  te lo digo sólo a ti porque eres hermano que me inspira confianza...

-Hermano Balto descuyda que sé guardar secretos, soy como una tumba. Es verdaá todos tenemos que poner el hombro en esta tarea de organización y saber leer es vital sino cómo vamos a entender los libros que enseñan cómo hay que luchar contra el patrón, aunque todo se puede solucionar haciéndolo en grupo. Pero todo hombre, hermano Balto, tiene que aprender a leer, esforzarse por conseguirlo, un hombre que no sabe leer es como un ciego en la oscuridaá, es como un lisiau que no puede conocer en su totalidaá el mundo. Por eso los nuestros que saben leer tienen el deber moral de enseñar a los que no saben.

-Si hermano Inga, deben ayudarnos en este punto flojo que tenemos nosotros los negros no por culpa nuestra sino por culpa de los malvados patrones que nunca quisieron poner una escuelita en sus Haciendas. Agora mismo les estoy enseñando a algunos hermanos a leer, les estoy enseñando las primeras letras, el prepárame la olla con harta cebolla.

-Ya ves hermano Balto me vas hacer riir otra vez.

-Pues no te rías hermano Inga, el prepárame la olla con harta cebolla,  es el abecedario, es la cartilla, que es la base para aprender a leer, que hay que conocerla bien, sino la conoces estás frito pescadito.

-Me vas hacer riir, otra vez hermano Balto.

-Pues no te rías hermano Inga, quiero decir que el que no se aprende el abecedario, el que no conoce las letras de la lengua es como muerto para la lectura ¿Cómo va aprender a leer? Porque las letras juntas forman los sonidos con jemplo ma-má , pa-pá , y estos sonidos que se llaman sílabas van formando las palabras mamá, papá, y las palabras forman las frases con jemplo mi mamá , y las frase van a formar las oraciones, el sentido completo de una expresión: Mi mamá me mima. ¡Taytito lindo, San martincito de Porras, cómo me acuerdo de las lecciones que me enseñó el padrecito Jaime, animitas dél que en paz descanse! Nos enseñó a leer, a escribir, hacer cuentas y a rezar. Justamente porque aprendí a leer pude conocer más mundo maravilloso con los libros que me prestó pa' Isaá. Hoy por jemplo estoy leyendo un librito que me ha prestau el rebelde Tomás Quesquén, lo tiene cachanga de tanto manosearlo, y me dice que a muchos se los ha prestao y es una reliquia y que lo cuyde mucho, se titula A los pobres del campo, de enverdaá que es una joya, ya te lo mostraré pa' leerlo y comentarlo.

-He leydo algunos de esos libros y es una de las armas de mi comunidaá que lucha desde tiempos ha con los implacables gamonales y con toda clase de gobiernos ya sean civiles o militares...

-Hermano Inga, estos libros dizque abren los ojos de la conciencia y enseñan por donde hay que marchar. ¡Es cosa muy seria!

-He hoydo, hermano Balto, a los comuneros ilustraos de que estos libros enseñan, tamién, de que en el fuego se templa el acero.

-¡Hom, hermano Inga! ¿Seremos nosotros acero?

-¿Acero? ¡Guá! Yo creyo que tamién el fuego.
-¡Si! atom shiiii, el Tomás Quesquén dizque hay que ser reservaos porque las paredes tienen ojos y oidos.

-¡Velay, hermano Balto, calladitos, hay quir a las covachas.

-¡Si hermano Inga hay que unirnos a las peonadas!

-¡Si hay que forjar la unidaá!
   

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A   MANERA   DE    REFLEXIÓN

   Dado que La Hacienda es una novela realista, haré una reflexión sobre este primer capítulo Los Canchones. Los trabajadores de los Canchones eran contratas que iban a trabajar a la Hacienda y que carecían de los más mínimos derechos laborales, eran explotados por la Hacienda sin ninguna clase de escrúpulo, así era el sistema gamonalista de la segunda mitad del siglo  XX, situación que en el Perú venía desde época colonial con las primeras haciendas en el norte de Perú en el siglo XVI.

   Es verdad que habían opositores a esta vil explotación a los aborígenes y hacia  los negros y chinos, que fueron llegando a partir del segundo viaje de Francisco Pizarro (1526-1528). Hubieron grandes defensores, inclusive dentro de los españoles, sacerdotes, políticos e intelectuales, que luego fueron marginados por el poder de los colonizadores. En los siglos recientes políticos e intelectuales humanistas han levantado su voz de protesta contra esta injusticia y fueron encarcelados, deportados y asesinados por los descendientes de los encomenderos.

   También las masas campesinas: colonos, yanaconas, pongos, peones, jornaleros, negros cimarrones se han rebelado sufriendo una cruenta represión por el sistema de opresión. La historia del Perú y de América Latina está preñada de matanzas de las parias por rebelarse.

   Merced al sacrificio y a las constantes luchas de las parias del campo y de la ciudad las condiciones han ido mejorando a través de los siglos; pero en esencia continúa la explotación inhumana mientras no esté resuelto el sistema de poder y de gobierno que represente a las grandes mayorías y resuelva el problema de la dependencia económica, política y cultural de las potencias extranjeras; solucione el problema de la tenencia de la tierra y los problemas fundamentales de la sociedad peruana. Es verdad que por ejemplo, el cepo, esa forma de tortura, que menciona el personaje Balto,  huido de la Hacienda Yapatera,  hoy en día ya no se da; pero  se dio hasta la segunda mitad del siglo XX en muchas haciendas del Perú, y principalmente en las Haciendas del Alto Piura. El cepo  consistía en un instrumento hecho de dos maderos gruesos, que unidos forman en el medio unos agujeros redondos, en los cuales se aseguraba la garganta y las extremidades superiores del hombre y dejaba descubierta la espalda para que el verdugo haga su trabajo con el látigo sin ninguna molestia. Pero aún continúan en el campo, por ejemplo, la explotación a las contratas, lo que en el norte del Perú se les llama  "golondrinos", que son trabajadores del campo que carecen de tierras o tiene muy pocas y van por extensos territorios buscando trabajo. En Los Canchones el personaje Inga es de la Comunidad de Catacaos y tiene muy pocas tierras y dice que es un "golondrino".

   Justamente al llegar a este punto de "las contratas" me pregunto aquí en España, en Europa,  en plena crisis económica y financiera si la realidad ha cambiado en pleno siglo XXI para los trabajadores contratados "contratas", como curiosamente se les llama, también. Ya no hablamos de un sistema gamonalista  feudal o semifeudal en América Latina, sino de un sistema capitalista liberal o neo liberal del siglo XXI en Europa.  Creemos que en esencia sigue la cruel explotación avalada por las legislaciones laborales de muchos gobiernos de Europa, así tenemos que los trabajadores contratados ganan mucho menos que los trabajadores fijos, que sus beneficios sociales  son paupérrimos, y pende permanentemente sobre ellos el fantasma del despido. Muchas empresas grandes, medianas y pequeñas no sólo ahora en la crisis sino desde antes hacen trabajar a las contratas algunos meses al año, luego las mandan a la calle por una temporada para volverlas a llamar después de seis o más meses, haciéndoles un contrato como nuevos. Repitiéndose este ciclo dos, cuatro, seis, ochos, diez y más años.  La Hacienda en América Latina llamaba a las contratas en época de siembra y cosecha. Las empresas modernas europeas llaman a las contratas cuando quieren sacar producción, cuando tienen pedidos grandes y luego se deshacen de ellas.

   Hoy se trata de enmascarar con eufemismos la realidad de las contratas en Europa, se le llama "Externalización del servicio", es otra palabreja para adornar la opresión sobre la mano de obra, sobre las "contratas", sobre las cuales recae las leyes laborales más nefastas y con las cuales, al igual que el sistema de la Hacienda gamonalista, las modernas empresas europeas obtienen super beneficios.

   Lo que me llama mucho la atención es que el sistema le ha metido en la cabeza a los trabajadores permanentes o fijos, que ellos pertenecen a un estatus superior que las contratas, y de esta manera lo ven, inclusive, los dirigentes sindicales de los Comités de Empresa (con algunas excepciones). También los trabajadores contratados aceptan pasivamente esta situación viéndose huérfanos de toda clase de apoyo, ya sea político o sindical. Ahora con la crisis esta situación se viene agudizando.

   Recuerdo en la década de los ochenta del siglo pasado en el norte de Perú, en Piura, cuando los sindicatos hicieron frente a esta situación y a través de pliegos y luchas prácticas incluyeron a los trabajadores contratados en sus convenios colectivos y plataformas de lucha. Recuerdo que el Glorioso Sindicato de Obreros Textiles a través de sus luchas consiguió que se hagan fijos centenares de trabajadores contratados, ese es el camino, la permanente lucha por defender e incrementar los derechos laborales contra toda clase de patronales y gobiernos de todo pelaje. Ese es el camino para que la historia de las parias del mundo no se repita unas veces como tragedia y otras tantas como tragedia, es decir, siempre como tragedia. Sólo la lucha consecuente de los trabajadores puede romper este ciclo fatal.  

   Una última reflexión y comparación. Las contratas de Los Canchones venían de lejos a trabajar a la Hacienda y sufrían los celos de los lugareños, por cuanto decían "que les venían a quitar el pan". Es bastante parecida a la actitud de muchos europeos hacia los inmigrantes venidos de los diferentes puntos del planeta al viejo continente, y que sufren esta clase de xenofobia. De verdad, aquí en España,  no es considerable o es mucho menor que en otros países del mundo. El personaje negro, Balto, de Los Canchones hacía ver esta clase de discriminación, así como las Organizaciones de Inmigrantes en España y  Europa hacen ver este problema y en sus manifestaciones multitudinarias desde principios del siglo XXI lanzaron la consigna extraordinaria:

¡¡¡NATIVA  O  EXTRANJERA
LA MISMA CLASE OBRERA!!!

NMS  
 



         

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