miércoles, 8 de octubre de 2014

LA SABIDURÍA DEL BURRO







NICOLÁS  MASÍAS  SOSA


LA SABIDURÍA DEL BURRO

1º EDICIÓN
DERECHOS RESERVADOS
PIURA-PERÚ.  1991.

CARÁTULA Y DIBUJOS: OSCAR ALARCÓN PRIETO.


PRESENTACIÓN

   "El hombre
es un animal racional".
  
   Como razonador
alcanza inteligencia suprema.

   Como animal
utiliza su inteligencia
para hacer el mal
y llega a lo inaudito
superando infinitamente
lo bestial.

   El animal
es considerado
"ser irracional"
como tal
su grado de bestialidad
tiene límite.

   Como ser
tiene aspectos inexplorados
de razonabilidad y de nobleza.

   La sabiduría del Burro
es una fábula,
que llama a meditar
sobre lo relativo
de la inteligencia
y de la conciencia
del SER hombre
y del SER  animal.








AGRADECIMIENTO

   Mi fervoroso saludo y agradecimiento
a todos los trabajadores: Obreros, campesinos,
pobladores barriales, ambulantes, empleados
y profesionales,
que vienen haciendo posible la publicación
de mis trabajos literarios.

   El Pueblo
es la suprema fuente inagotable
de la justicia y sabiduría,
de un Arte Nuevo
y de Humana Filosofía.


Piura, primavera de 1991.





LA  SABIDURÍA  DEL  BURRO

   Rayando el alba de un luminoso día un estentóreo burro empezó a rebuznar con profundo sentimiento. Sus demás hermanos al escucharlo empezaron a imitarlo y en los corralones se armó un concierto de rebuznos en todos los tonos. Los hombres se quedaron perplejos escuchando aquellas raras melodías, mientras los burros en su canto levantaban la cabeza al cielo en señal de recogimiento.

   El amo montó en cólera porque su burro escandaloso no callaba su rebuzno y más bien incitaba para que los demás lo siguieran. Fue hacia él con el látigo en alto presto a desollarlo. El burro pardo calló y con voz reposada le habló:

-¿Cuándo vos rezas, oras o cantas te castigan tus hermanos?
-No- dijo el amo admirado, poniéndose las manos en su lacia cabellera- ¿Por qué me han de pegar?
-Justamente, eso es lo que estamos haciendo los burros, estamos saludando, orando, cantando...
-¿A quién?- interrumpió el hombre.
-A la vida, a la naturaleza, a la inteligencia superior...
-Pero tus rebuznos son toscos gruñidos comparados con el trino de los ruiseñores. El canto es tan sólo de los pájaros y ustedes los están ofendiendo.
-Los pajarillos son poetas y cantores naturales y a los burros nos arrullan sus salmos, como nos encanta el rumor de las aguas, el dulce canto de la mujer, el estampido del trueno, y es que la naturaleza, toda, canta en diferentes notas. ¿Acaso no te has dado cuenta con tu inteligencia humana que nuestro rebuzno es un rito en que se mezcla en uno solo, la oración y el canto? ¿No te has dado cuenta que no lo hacemos a cualquier hora y que al hacerlo levantamos al cielo nuestras miradas pretendiendo desvelar  todos los misterios...?  Nosotros los burros comulgamos con el cosmos, ya que tenemos pura y limpia el alma.
-Pero tienen cochina la panza- dijo el amo burlón- porque tragan yerba del suelo, de la tierra sucia.
-Si fuera eso verdad, hermano, no hubieran burros sanos ni tuvieran tanta fortaleza para el trabajo duro y despiadado que nos imponen los humanos. Las yerbas son potencias nutritivas, son salud; por ejemplo, la potente alfalfa, que los burros comemos todos los días, sirve para el cerebro y los pulmones, los hombres sabios la toman. La salud en el reino animal es cosa normal ya que no actuamos en contra de la sabia natura; sin embargo, el hombre es un ser enfermo, creador y portador de malignas enfermedades, tienen sus hospitales repletos de piltrafas humanas y todo ello por contaminar el ambiente que los rodea y trastocar su mundo interior, alejándose de su origen para convertirse en un puerco inmundo.
-Pero digas lo que digas, bruto, el hombre es el rey de la naturaleza porque es el ser más inteligente.
-Yo no digo lo contrario. El hombre es inteligencia, es historia, es drama, es tiempo, es multitud; pero sería más inteligente y sabio si viviera en armonía con la naturaleza, si fuera justo y solidario con su misma especie, si comprendiera a los animales, a las plantas y a las mismas piedras.
-Ya que pretendes saber, torpe, ¿Por qué a veces eres necio, caprichoso y rebelde?
-Amigo mío- Respondió el piajeno- el conocimiento es una brasa roja incandescente y está íntimamente ligada a la rebelión. El hombre le debe mucho a su conocimiento y a su justa rebeldía. Los burros nos rebelamos cuando nos maltratan y nos castigan injustamente. No es que seamos necios, ni caprichosos, hay veces que el peso es demasiado grande y encima ustedes se montan en el lomo del burro dándonos de palos para que avancemos. Esto es el colmo de la injusticia y contra ella nos rebelamos. Al igual que ustedes contra el sistema opresivo o como cuando se rebela la madre natura contra las explosiones nucleares en los fondos marinos, al reaccionar con inteligencia cósmica generando cataclismos y desastres a fin de equilibrarse. Y el hombre que las ha engendrado habla de "fuerzas ciegas de la naturaleza", cuando en realidad el ciego es él. Ciertos hombres y sus pueblos se rebelan con justa razón, teniendo como cimiento el trabajo digno y por ser éste creación y redención su protesta alcanza justificación suprema. Cuando nos rebelamos los burros alcanzamos justamente la dicha de semejarnos al hombre, a su aspecto más elevado de espíritus avanzados.

-El trabajo es un deber en el hombre- insistió el amo, caminando descalzo en medio del sol- y en el animal es doblemente deber.
-El trabajo debería ser una ley natural en todos los seres- asintió el burro, aminorando su paso- no hablemos de doble, ni de triple, es una gran responsabilidad, quien cumple deberes exige derechos y el hombre por ser la criatura más inteligente está en condición de comprender con razonamiento superior a los animales que le trabajan.
-En el trabajo hay hombres que maltratan a otros hombres- sentenció el amo- ¿Acaso no sabes de la existencia de hombres que durante su vida se pudren trabajando de sol a luna y mueren soterrados como topos?
-Conozco el maltrato entre su género causante del atraso y degeneración humana, y todo por la bolsa de oro, quien la posee se apodera de un sentimiento diabólico en que la avaricia genera su mar negro de tiburones con la que devora inocentes. Y su sed de sangre fresca es insaciable con tal de seguir acumulando oro hasta el infinito. Y con ese satánico objetivo perpetran guerras y matanzas. Conozco, amigo, la condición de la humanidad, la barbarie de los imperios insaciables, que son lobos y hienas para las naciones pobres. ¡He allí sus colmillos apocalípticos con que nos desgarran hasta el alma!
-¡Ya ves cómo trata mal el hombre al propio hombre! ¿Cómo crees animal que debemos tratar bien al burro?
-¡Alto amigo!- levantó la voz el asno pensativo, alzando su limpia mirada y estirando sus orejas- los malos son los menos, es verdad que controlan el mundo con sus armas y sus bolsas de oro. Pero por otro lado, se da una encarnizada lucha por el bien común. Hay hombres buenos, mansos y sabios, que cuidan como la niña de sus ojos a sus animales y a sus pequeñas parcelas; curan la sarna a los perros callejeros, curan las heridas a los burros abandonados y les dan leche fresca a los gatitos tirados en los basurales... y así hay hombres tan buenos como santos; otros son tan desprendidos y justos que ofrendan sus vidas por el bien de sus pueblos. Por eso yo sí creo en el hombre, creo en su regeneración sincera.



-Pero a esos humanos de que me hablas hay que buscarlos con lupa o como aguja en un pajar, ya que los hombres por instinto somos malos, tenemos el alma repleta de odio. ¿Acaso tú no odias al hombre por tenerte en condición de esclavo, de cautivo?
-Es que el odio no ha caído del cielo, por arte de magia, sino que es un mal terreno, consecuencia de la injusticia de ciertos hombres, que han engendrado todo un abominable sistema opresivo, y toda esa violencia concentrada ejercida a través de los siglos y de los milenios ha calado hondamente en el alma del hombre.
-Pero dime ¿Tú odias?- preguntó afanoso el amo.
-La repugnancia a los entes malignos la tienen los ángeles y hasta el mismísimo Dios bueno de todos los tiempos, entonces por qué no los burros, criaturas rebeldes con justa causa.
-Ya ves como tú también odias y pretendes encubrirte con ingenuidad de cordero.
-Sí, tengo aversión a  víboras, a lobos y al corazón de hiena de ciertos hombres malvados.
-¿Y me odias a mí?- preguntó el amo asustado, desorbitando sus grandes ojos negros.
-Vos eres un campesino pobre y te semejas a un río cristalino y torrentoso. La fuerza concentrada no enturbia tus manantial; pero tu impetuosidad puede desbordar el cauce. Y esas son  tus injusticias, tus demonios, que al acumularse acarrean desgracias.
-¿Y cuáles son esos demonios que tengo?-
-El maltrato a tu compañera, a tus hijos, a tus animales. A veces te corroe el odio, el egoísmo, la vanidad, la envidia...
-Pero con la mujer hay que tener los pantalones bien puestos, el que monta manda. ¿Acaso vos al pisar a tu hembra no la sometes a la fuerza a tal punto que la burra te patea hasta los huevos...?
-El hombre y la mujer son una unidad y debe prevalecer la igualdad de derechos, sin machismos cobardes ni feminismos tontos. Tu mujer se saca el ancho en los quehaceres de casa y encima la maltratas, no reconociéndole su trabajo agobiante, la haces sufrir como madre al no comprender a tus hijos, que siempre te reclaman cariño y amor. Qué ejemplo puedes dar y qué autoridad moral puedes tener si te vas por allí con otras mujeres, si te vas por allí con las malas juntas a beber el venenoso alcohol y luego te veo sin ningún centavo renegar y maldecir hasta babear. En cuanto a mi burra yo cumplo con mis deberes y obligaciones que me manda la naturaleza, y no confundamos las patadas que me dá, esas son "muestras de amor", y nosotros los burros comprendemos bien ese lenguaje sexual exquisito; pero tú no lo vayas a emplear eh... cada cosa en su lugar, "cada oveja con su pareja".
-¿Pero tú crees que esas faltas con mi mujer y la vida, esos "pequeños demonios" pueden acarrear tempestades? ¿Si sólo son pecados veniales!
-Ah, hermano hombre, no te has dado cuenta que lo bueno y lo malo empiezan siendo pequeños y luego se desarrollan. El cáncer empieza dañando una célula y luego se multiplica hasta no dejar tejido sano. Si eres vanidoso y egoísta con tus hermanos ¿Cómo les vas a exigir justicia a los demonios colosales? Son también esos "pequeños demonios" cómplices del abominable sistema ya que corroen y aletargan la conciencia de los humildes, exclamando muchas veces: ¡Si roba, si explota, si estafa el grande! ¿Por qué no el pequeño? Son pues verdaderos monstruos y no simples rabos de paja de los humildes, son verdadero caldo de cultivo potenciado por el sistema en su gran chantaje. Nosotros los burros jamás tenemos sentimientos malsanos. El burro no siente envidia del perro que se pasea orondo en la sala del hombre, ni del gato que juega y brincotea en sus techos, ni menos de la vaca que le dá su exquisita y nutritiva leche. Nosotros nos sentimos en sintonía con el cosmos siendo útiles a la madre natura y al humano, ya que el trabajo nos redime, lo malo es que el hombre abusa del trabajo del burro y lo esclaviza...
-Pero ya te he dicho que el mundo es así, ya nada ni nadie lo cambia, ni las mismas guerras. No seas necio, no seas tan burro, comprende.
-Las guerras- exclamó el asno, tomando aire con sus potentes pulmones- son consecuencia de este injusto sistema, es el odio potenciado entre hordas salvajes modernas, es la barbarie en carne viva, es la peste de pestes y nadie en su sano juicio las desearía; pero se dan en el mundo así no las queramos, y no hay que asustarse, hasta Dios del cielo está en perpetua guerra con Satanás  de las tinieblas. Sí, hay que distinguir entre las guerras opresoras, esclavizadoras,  sometedoras, de las guerras justas y liberadoras de los pueblos oprimidos. Las primeras están por perpetuar los privilegios, la opresión y exterminio de los pueblos y están contra el progreso de la humanidad. Las otras están por su liberación, por el progreso y son históricas porque enarbolan una paz perdurable de vida.


-Esos son sueños del siglo XX, burrito, y de sueños viven los tontos.
-Tontos son los que se dejan engatusar con migajas y con una vida terrena que es un infierno de calamidades y una paz sembrada de cruces; pero el burro no se engaña, pues sabe del bozal y del látigo del hombre.
-Para hacer realidad tus sueños tendría que unirse el mundo y la división es tan grande entre blancos, negros, chinos, indios, cholos...
-El problema de las razas no es una traba fundamental, es un factor de peso, es verdad, lo central es el injusto sistema, la explotación del hombre por el hombre, de imperios contra naciones, de ricos contra pobres. No te engañes en relacionar sólo blanco-explotador. Hay chinos, negros, cholos con poder económico que son lobos para sus hermanos.
-Pero superar todas esas diferencias de razas, religiones, ideologías... es imposible, ya que los hombres somos adictos a la degeneración.
-La historia del hombre ha demostrado la posibilidad de superar las grandes barreras y su aspecto bueno siempre lucha por no retroceder a las cavernas, aunque los miserables al verse perdidos podrían hacerlo. Si se da lo peor, la tierra parirá con dolor nuevamente al hombre, que tomando como lección su drama pasado reconstruirá de las cenizas una nueva civilización bajo otras condiciones y otra moral.
-Estás loco, amigo burro. Tu cuerpo grandote es pura pantalla, pues te patina el coco.
-Con mi potaje diario de alfalfa estoy más cuerdo que Sócrates y mas fuerte que Hércules.
-¿Por que eres grandazo y tienes cuatro patas te crees más fuerte que el hombre?
-Tú lo has dicho; pero jamás abuso de mi fuerza. ¿Acaso tú has visto al burro pegarle al chivo, a la oveja o al cordero? A pesar de la debilidad de estos hermanos jamás el burro es abusivo; sin embargo, ustedes golpean y humillan a los débiles...
-Serás fuerte, pero eres una bestia fea con esas cuatro patas y esos cascos tan prehistóricos.
-La belleza es relativa en la naturaleza. La fuerza es bella. La inteligencia es bella. Aún la ferocidad del puma. Qué ridículo y feo  sería el hombre si anduviera gateando o de rodillas. Quizá el burro se hubiese visto temerario y más hermoso si anduviera sólo con sus patas traseras y levantando al cielo las delanteras.
-Entonces no servirías para transportar carga y serías una bestia agresiva.
-Los hombres me respetarían, como respetan, admiran y temen al león, al tigre, a la pantera; pero la naturaleza con inteligencia suprema ha puesto un orden magistral, que hasta mis cascos están bien puestos, si no los tuviera no serviría para transportar cargas enormes en medio de tantas piedras y espinas, que me desollarían mis pobres pezuñas. ¿Qué sería del hombre sin sus células pensativas? Un idiota con dos patas que se hubiera extinguido de la faz de la tierra como un bicho cualquiera. Si hablamos de humana belleza en relación al burro, cuidado con nuestros grandes y profundos ojos, cuidado con otras cualidades físicas que muchos hombres quisieran poseer...
-¡Ah, mañoso!-dijo el hombre riéndose malicioso- ya sé a lo que te refieres, a tu sexo.
-De eso ni me hables, los burros tenemos larga... ventaja...
-¿Por que la tienes grande te crees machazo?
-Yo no lo digo sino ustedes, los hombres. Aprecien la felicidad de mis congéneres en este aspecto, y si acaso quieres saber la medida de mi complacencia tendrás que preguntárselo a mi hembra...


-¡Ah carajo, eres penden...ciero, burro jijuna...
-Yo no hablo lisuras, ustedes son los que han inventado infinidad de cuentos y bascosidades a costillas de nuestro miembro, ya que reconocen que el burro lo tiene bien puesto, aunque aquello no es la clave porque toda la llave maestra está en la mente del ser.
-Pero cuando vas cargado hamaqueas el trasero como una mañosa.
-Es verdad, cuando voy demasiado cargado tengo que medir paso por paso y se me quieren salir hasta los riñones; pero en lugar de producirte mofa debería darte vergüenza, ya que te hunde más en tu bajeza.
-El hecho es que cuando vas recargado te asemejas a una hembra en celo.
-Una cosa es parecer por la fuerza de la bestialidad y cosa diferente  es serlo. Los burros tenemos la cabeza y los testículos bien puestos.
-Me fatigas con tu cháchara hueca...
-Al hombre le aterran sus grandes verdades.
-Ya no te hagas el loco, es hora de trabajar, hasta cuando vas a seguir filosofando- dijo el amo arremangándose su eterna camisa caqui.
-Pero si el trabajo en sí es una filosofía.
-Ya basta de fantasías- dijo el hombre ensillando su burro- vamos al trabajo, te estás poniendo zángano.
-¡Zángano! ¡zángano!- exclamó el asno- son esa banda siniestra de gusanos que medran a costas del trabajo ajeno y se revuelcan en cadáveres...
-Pero ustedes trabajan a desgano y hay que estarlos arreando siempre.
-En la forma que el hombre nos ha impuesto el trabajo es una esclavitud y un gran sufrimiento. ¿Acaso no te has fijado en los ojos de dolor del burro en la descomunal faena? ¿No has escrutado su infinita tristeza consecuencia de la incomprensión humana? Cuando estamos con nuestras crías pastando en los invernaderos, la vida es dichosa y placentera, nos olvidamos de todas las pesadillas y nos igualamos  a los buenos humanos; pero no por ello abusamos de la libertad gloriosa, que como galardón supremo nos ofrece la vida en su gran sabiduría.
-Ya déjate de charlatanerías y demuéstrame concretamente en nuestra diaria faena que eres burro cuerdo y no eres necio.
-Muy sencillo, te lo demostraré con un hecho cotidiano. Cuando quieres que avance, ¿Cómo me dices?

  
    Y el hombre pensó un momento y de inmediato se chupó los labios dando la respuesta:
-Puchch ...puch .....puch.
-Y cuando quieres que me detenga ¿Cómo me dices?
-Sooooó ............. sooooó.
-¿Y yo ENTIENDO tu lenguaje sencillo?
-¡Sí!- exclamó el hombre- ENTIENDO.

   El hombre se quedó meditando ..., LE PARECÍA MENTIRA QUE EL BURRO ENTENDIERA. Entonces se le vino un mal pensamiento, de los que guarda en su conciencia el lado oscuro humano. "Hoy lo jodo", pensó. Y montando en el burro lo llevó rumbo a una montaña. Después de haber cabalgado unas horas llegó a la cumbre en donde se veía la negrura de un precipicio. El hombre desmontó y con su pensamiento turbado le habló:

-¿Dices que entiendes?
-¡Sí!- respondió el burro meditativo.
-Muy bien- exclamó el hombre.

   Y poniendo al burro de cara al abismo empezó a chuparse los labios, para que el burro avanzara.

-Puchch ... puchch... puchch.

   Se chupaba el hombre los labios. El burro seguía parado.

-Puchchch ... puchpuchpuch...

   Y el burro impertérrito sin moverse, como un algarrobo bien plantado. Entonces el hombre al no ser obedecido se llenó de odio y cogió el viejo látigo y descargó su furia ciega sobre el lomo y cabeza del burro desgarrándole hasta las entrañas, gritando como un loco, que "el burro no entendía", que "era un bruto".

   El Burro con su dolor a cuestas y con voz quebrantada le dijo:

-Precisamente PORQUE ENTIENDO NO ME ARROJO AL ABISMO, si lo haría me igualaría a ciertos hombres cobardes que se derrumban ante las dificultades o doblan sus rodillas ante el sistema opresivo sin tener la valentía de  levantarse y luchar con todo coraje. Si tú, hermano, eres asesino, arrójame con tus propias manos.
   El hombre fue tocado en lo más sensible de su alma, que lo hizo volver a su cabal sentido. Le volteó la cara al burro, observando que sus grandes ojos eran manantiales cristalinos. El hombre se sintió ruin, rebajado a la condición de homicida. De súbito, con sincero afecto abrazó con todas sus fuerzas a su buen piajeno, COMPRENDIENDO POR FIN LA SABIDURÍA Y NOBLEZA DEL BURRO.

   El burro lleno de dicha y alegría desde lo alto de la montaña desplegó a los cuatro vientos, cual gloriosa bandera, su rebuzno sonoro... y el eco multitudinario esparció el sonido por todos los confines del globo, llegando a las aldeas más lejanas, siendo recibido por los hombres humildes de la tierra como señal de buenas nuevas...

  














LA SABIDURÍA DEL BURRO,  de Nicolás Masías Sosa se terminó de imprimir en la ciudad de Piura el día 16 de Diciembre de 1991 en los Talleres Tipográficos de IMDISER por encargo de PÁVEL EDITORES.























miércoles, 2 de julio de 2014

LOS CÓNDORES







NICOLÁS MASÍAS

Ediciones Pável.

Todos los derechos reservados.

Piura, Agosto 1991.






LOS CÓNDORES

   En lo más alto de los Andes se encontraron frente a frente un viejo y malévolo Buitre y una blanca Paloma.

   El Buitre tan luego vio a su presa emprendió cacería por las alturas inaccesibles de aquellos montes. La Paloma batía sus blancas alas ofreciendo heroica resistencia.

   Fuerte pico, ojos desorbitados, cabeza rapada y poderosas alas tenía el añejo Buitre. Pequeño pico, ojos hermosos, cabeza serena y resistentes alas tenía la joven Paloma.

-Ríndete- exclamó el Buitre.
-Eso jamás- respondió la Paloma-Ven, alcánzame si puedes.
-Ja, ja, ja, ¡Qué gran desafío! ¡Te estrangularé, te haré papilla!

   La Paloma remontaba por los espacios puros de las cumbres andinas, seguida por el Buitre, que con ansias devoradoras rompía el aire con sus poderosas alas. De pronto la Paloma dio una fugaz voltereta dejándose caer cual piquero en el agua. El Buitre desconcertado quedó pasmado unos segundos, viendo descender a toda prisa a la Paloma, que iba derecho a una espesa hondonada con abundante vegetación. Saliendo de su asombro imitó a la Paloma dejándose desplomar en dirección de la presa, que lo aventajaba.

-Maldita, allí voy, peor para ti, en lo hondo será más fácil cazarte y comerte.








-En el peligro mantener la serenidad, es la primera regla, mejor aún si se mantiene la iniciativa- pensó en voz alta la Paloma, que escogió bien su retirada, cayendo en la parte alta de la hondonada, en un lugar despejado.

   El Buitre en su alocada persecución  y cegado por la ira fue a caer a la profundidad de un barranco cercado de maleza, que si bien amortiguó su caída, lo atrapó en pegajosas fibras multicolores que lo inmovilizaron.

-¡Maldita!- dijo el Buitre- he quedado atrapado como un miserable insecto a merced de mis enemigos.

   Y con furia ciega el animal sacudía su cuerpo, sus alas, sus patas, enredándose más y más. La Paloma a cierta distancia en lo hondo del barranco ascendió más su airoso vuelo, yendo a descansar a un árbol inmenso. El Buitre, en la parte más baja, seguía contorsionándose, tratando de quitarse las pegajosas fibras que más se le adherían.

-Amiga Paloma,- gritó el Buitre para ser escuchado- yo tan sólo trataba de conversar contigo, de intercambiar ideas, ya que habitamos en estos lares y podemos ser buenos amigos.
-No Buitre. Querías matarme.
-¡Oh no, querida! ¡Qué va! Si somos hijos del mismo creador, somos hermanos, por Dios santo. ¿Quién cuidará nuestros pichones si nos hacemos daño? ¡Por vida tuyita, ven  a desenredarme!
-¿Puedo creer en ti, Buitre, cuando juntamente con tus ascendientes has sacrificado a mis padres, a mis abuelos, a mis antepasados?
-A tus antepasados los hemos dejado vivir en el monte, inclusive en sus nidos siempre dejamos algunos huevos para que se procrearan y no se extinguieran. Es la ley de la selva y de las cumbres vivir de esta manera.
-Pero no a costas del sufrimiento y la muerte de otros. La naturaleza es tan sabia y rica y da los frutos para la pervivencia en concordancia con ella.
-Somos Buitres, Paloma, nuestra existencia se fundamenta sólo con el sufrimiento y la muerte...
-¿Es correcto?- le preguntó la Paloma contrariada.
-No lo sé. Sólo sé que en nuestra mente bulle el microbio del sufrimiento y la muerte de los débiles a condición de nuestra existencia. Por ello, el buche del Buitre encarna esta idea.
-Oh, animal, reconoces ser un buen Buitre, con esa mentalidad jamás podrás ganar el paraíso.
-¿Qué es el paraíso?-, preguntó el Buitre pensativo.
-El paraíso es un jardín inmenso donde hay todos los frutos de la naturaleza, los más deliciosos y hermosos. Allí, todos los seres viven en equidad y amándose a través de la ayuda mutua. A nadie le falta un fruto, hay en abundancia, pero tampoco hay derroche, se consume lo necesario. Existe el gobierno de sí mismo, un autocontrol consciente en bien del individuo y de la colectividad; y un gobierno central que satisface a sus elementos las necesidades biológicas y espirituales. Allí, la maldad ha sido derrotada y hay una sana competencia por el progreso comunal, sin odios, ni peleas, ni muertes...
-¡Ah no, todos comer igual! ¿Yo igual que tú, Paloma?
-No, Buitre. Tú comerás según tu necesidad y tu capacidad.
-¿Y el trabajo ?
-Sí, tendrás que ganar el fruto con el sudor de tu frente, como todos los animales vivientes en el paraíso- afirmó la Paloma.
-Allí si que no. ¿Pero acaso no es trabajo perseguir, explotar, destruir y matar?- sentenció el Buitre.
-No es trabajo positivo, productivo, es negación de las propias leyes de la vida, es negación al desarrollo en espiral de los seres y de las cosas en el cosmos, es negación a la supermente y a la moral avanzada.
-Tonterías, Paloma, yo amo a la Libertad- susurró el Buitre lleno de vanidad.
- ¿LIBERTAD?:  ¡Oh libertad amada, eres tan mancillada que buitre y león te proclaman en festín de tiburón, pero jamás sabrán cómo es tu pura alma ni cómo se llega a tu corazón!- el Buitre estupefacto meditó y luego la Paloma continuó- ¡Oh Libertad, Libertad, eres una gran Diosa y una gran Diabla. Como gran Diosa tus milagros han costado iras santas y dignas vidas a los humildes y a los pueblos oprimidos; como gran Diabla has dado a los impíos la satánica espada para oprimir y explotar en tu nombre con voracidad de hiena. He allí la Libertad desnuda!
-Paloma, no entiendo ni jota, yo sólo sé que la vida es la vida, que hay que vivirla, pues de ésta no hay otra. El placer, el gozo es lo máximo, es el canto de la vida en su esplendor. Qué moral ni moral, en estos tiempos modernos ¿Quién habla de moral ni ocho cuartos? ¿Mo-ral?, ¿mo-ral?

   Y el Buitre quedó pensativo unos instantes, como tratando de saborear la palabra moo-raal, como si de repente le encontrara sentido.

-Hermana Paloma- grito el Buitre- quizás esté confundido, hay veces que pienso en la moral, como en estos mismos instantes. ¿Es moral para ti, blanca Paloma, dejarme aquí enredado a merced de tantos peligros de la montaña? ¿Es moral que me aniquilen o me muera de hambre y de sed en esta hondonada?

   A la Paloma le brotaron en su mente un sin fin de pensamientos.
¿Cómo era posible que ella, amadora de la vida, permitiera la muerte, aunque sea de un terrible enemigo? ¿Era permitido matar, así sea de esta manera al Buitre? Si el quinto mandamiento de la gran ley decía: ¡NO MATAR! ¡NO MATAR!

   Estas dos palabras martillaron insistentemente en la conciencia, en el corazón, en la mente y en todos los poros de la Paloma. Se aturdió y su pelaje plateado  se encrespó como cuando era acechada por un  inminente peligro. El astuto Buitre comprendió la confusión de la Paloma, y de inmediato dijo:

-Ves, hermanita, vos eres buena y jamás me dejarás aquí. ¿Acaso, no ves a esos gallinazos de mi especie en acecho?

   Efectivamente, una bandada de negros gallinazos de las alturas opacaron las tenues luces de la tarde y se fueron a posar en la parte superior de la hondonada, prestos a devorar al Buitre.
-Está bien, hermano Buitre, pero yo no podré desenredarte de tan espesa maraña como lo podrás deducir.
-Claro que no puedes desatarme, pero sí puedes traerme comida.
-¿Qué clase de comida: granos, frutos de las plantas? ¡Carne podrida no puedo!
-Tráeme granos que yo veré cómo los digiero.

   La blanca Paloma emprendió veloz vuelo hacia el infinito en busca del preciado grano para alimentar al Buitre. Tan luego se marchó, una mueca maligna asomó en el rostro del Buitre, mueca que se fue convirtiendo en feroz carcajada.
 
   De entre la oscura hondonada y por entre las infinitas fibras que sujetaban al Buitre, apareció un clan de negras ratas de cuerpos rechonchos, emitiendo chillidos de hambre y pelea. El Buitre miró horrorizado aquella nube negra y chillona que le taladraba el cerebro, trató de incorporarse, pero estaba mucho más enredado. Las ratas avanzaron hasta toparlo  y la más negra y fea le dijo:

-Buitre maldito, para nosotras eres un gallinazo disfrazado, tan inmundo como todos los de tu especie, te lo afirmamos cretino que no comeremos tus gualdrapas, pero sí queremos la carne de la Paloma. Eso sí, tú la vas a cazar.

   El Buitre pasmado de miedo de repente se reanimó y agachando su pelada cabeza en señal de saludo se arrastró entre las garras de las ratas.

-Ah ... hermanitas, que susto me han dado, yo haré lo que ustedes me ordenen, todo lo que quieran lo haré al pie de la letra con tal de que no me maten, pero como estoy enredado...
-Está bien- respondió la rata más vieja- pero sin trampas eh, pues de lo contrario morirás atacado por el clan.
-Si, les juro no les jugaré sucio.

   En un santiamén la nube negra de ratas a una señal dada por la jefa empezaron a roer las miles de pegajosas piolas que sujetaban al Buitre. Era un verdadero ejército en plena campaña rescatando de  las garras de la naturaleza al Buitre, que suspiraba contento de alivio al sentir que las fibras se hacían añicos ante los filudos colmillos de las roedoras. Al verse libre quiso emprender veloz fuga, pretendiendo correr para tomar vuelo, pero se volvió a enredar...

-¡Al ataque!- ordenó la rata más vieja.

   Y la nube negra con chillidos de combate emprendió contra el Buitre, que daba alaridos siniestros, retumbando las oscuras cuevas; pero sólo el eco subterráneo respondía a su voz solitaria, que se fue apagando...

-¡Alto!- ordenó la jefa- ¡Para qué diablos queremos a este miserable muerto, nos conviene vivo para que atrape a la Paloma. Despiértenlo- gritó.

   Varias ratas empezaron a arañar con sus asquerosas garras la cabeza pelada del Buitre, que se fue recordando como de una pesadilla. Cuando recobró el conocimiento y vio los miles de puntitos rojos que como brazas candentes lo miraban con odio, el Buitre deseó la muerte y reaccionando le dio un ataque de llanto.

-Calla, cobarde- le dijo la jefa- te perdonamos la vida por última vez si cumples la propuesta.
-Sí, por piedad no me maten, haré lo que ustedes me han ordenado.

   En los bellos parajes andinos en donde la naturaleza mezcla sus dones y hace brotar los frutos más sabrosos, la blanca Paloma juntaba con su pico de oro los mejores granos, poniéndolos en un ovillo de seda. Cuando hubo juntado los frutos más suculentos remontó hacia las cumbres. Fue a su encuentro un Jilguero al verla tan cargada y jadeante.

-Hermana, ¿Quieres ayuda?
-Sí, hermanito.  
-Yo te ayudaré- Y el Jilguero puso su hombro. -¿Por qué tantos granos si te basta comer y guardar en tu buche para las crías?
-Sí, hermanito, pero estos granos no son para mis crías, son para el Buitre que está en la hondonada.
-¿Qué? ¿Para el Buitre? Si ése es un malvado, sólo nos persigue para matarnos.
-No, hermano, está arrepentido y pobrecito se ha enredado en la hondonada y si no le llevo comida va a perecer.
-Hermana, no te confíes del Buitre, puede ser una trampa para comerte, ya nuestros hermanos guías nos han advertido de no confiarnos de los malignos, no debes ir.
-He dado mi palabra , iré a socorrerlo.
-Entonces le pasaré la voz a nuestros hermanos mayores.
-No es necesario, sé cuidarme, muchas gracias por  tu ayuda- dijo la Paloma.
-Adiós, no te confíes, ten muy abiertos los ojos- le dijo el Jilguero.

  Continuó su vuelo con su pesado cargamento y avistando a lo lejos un cristalino arroyo en el que se veían saltar de alegría a los peces comiendo el manjar de las profundidades, le provocó beber tan purificado elemento y bajó, puso su cargamento al borde del arroyo y bebió hasta saciarse. En ese instante  el viejo Pez azulado asomó a la superficie.
-Adiós, hermana. ¿Como estás?
-Yo  estoy bien- respondió la Paloma- ¡Qué hermoso está el arroyo, no lo había reconocido!
-Nosotros le damos un cuidado especial, aunque a veces suelen enturbiarlo los macanches que vienen a beber. No les negamos el agua, sólo les pedimos que no dejen su mortífero veneno ni hagan daño a nuestros hermanos. ¿A dónde vas con tan pesado cargamento, hermana?
-Voy a socorrer al Buitre que está atrapado en la hondonada.
-¿Qué?¿Al Buitre? Ése es un facineroso, a veces viene a beber de las claras aguas y pretende coger con su asqueroso pico nuestras crías, tenemos que espantarlo con una sabia estrategia.
-Sí, pero está en desgracia, enredado con pegajosas fibras.






-Tú no podrás desenredarlo.
-Pero sí darle de comer estos granos que llevo.
-Oh, no vayas. ¿Acaso no recuerdas la advertencia de nuestros  Amautas de no creer en el maligno?
-Lo mismo me ha dicho el Jilguero, pero no creo que el Buitre sea tan miserable.
-Es Buitre y te querrá matar. ¡No vayas!
-He comprometido mi palabra, hermano Pez.
-Pero con los miserables no se hace trato.
-Es una obra de humanidad.
-Está bien, hermana, pero ten mucho cuidado, cuídate de sus garras, de su infeccioso pico, de sus gruesas alas, mantén la altura, recuerda que no puede levantar vuelo de inmediato, pues tiene que correr un trecho para elevarse.
-Tendré muy en cuenta tus consejos, muchas gracias, cuida a los tuyos. Adiós.
-Adiós- se despidió el Pez entristecido.
  

   Remontó más al monte rumbo a la hondonada con su cargamento y a mediana distancia avistó los peñascos cubiertos de negro. Era la bandada de gallinazos, que en actitud serena, como quien ora por la muerte, pacientes, esperaban. El ingenuo animal pensó que algo malo le había sucedido al Buitre y que las aves de rapiña estaban así por el festín. De repente, le asaltó un raro presentimiento. Vio el azul infinito del cielo. El gran astro  seguía declinando a lo lejos, tras unos cerros; las cumbres estaban solitarias y el llanto de las lechuzas se hacían cada vez más tristes. Creyó pertinente hacer un descanso antes de llegar a la hondonada, y desde tierra, entre un verdor reluciente de los pastos silvestres, un rebaño de majestuosas Llamas, le hacían señales para que bajara...



-Adiós, hermanita- le dijo la Llama más hermosa, y todo el rebaño coreó con exquisita  melodía la misma tonada.
-Adiós hermanas- respondió la paloma - !Qué hermosas y robustas están, cuánto se han procreado!
-La naturaleza es tan sabia y tan rica que nos da en abundancia; por ello también la cuidamos como la niña de nuestros ojos- dijo la Llama más hermosa.
-Pero lo que más me ha impresionado es su salud reflejada en sus ojos.
-Aquellos no sólo reflejan nuestra salud física, pues son como un espejo en el que se refleja el alma, cual manantial cristalino en el que se refleja  el sol, la luna y las estrellas. Pero también tenemos problemas,  la clave es pugnar, persistir constantemente para resolverlos. Hermana, ¿Por qué tanta prisa con ese cargamento?
-Es que voy con urgencia a socorrer al hermano Buitre caído en la hondonada.
-¿Buitre? !Oh no! Ése es un carnicero, es un desalmado, es un asesino. No vayas, seguro que te emboscará.
-Lo mismo me ha dicho el Jilguero y el sabio Pez del arroyo; pero he dado mi palabra de honor. ¿Acaso no ven esa nube negra de gallinazos en aquellos peñascos, junto a la hondonada, prestos a devorar al Buitre?



-No, hermana. Justamente por eso te hemos llamado, porque los gallinazos no esperan la muerte del Buitre sino tu retorno. Ya el Jilguero nos había advertido tu necia posición y hemos investigado. No solamente los gallinazos esperan tu muerte, sino también las negras ratas, que moran debajo de las fibras. Esto ya lo saben primero que nadie las legiones de acero que tienen puestos sus sentidos en el cosmos. Ellos son bien claros y rectos y cumplen fielmente con el Gran Código Moral de la Naturaleza.

  -Es verdad- dijo la Paloma- ¿Pero es moral dejar que maten a un hermano aunque sea malo, sin hacer nada por él? ¿Es moral no enderezar al perdido? ¿Acaso el buen pastor no cuida más a la oveja descarriada? Por amor de Dios. ¿Qué ejemplo nos dio el crucificado?
  -Está bien, hermana-  le dijo la Llama más hermosa- aquella filosofía es ideal y etérea, es para otros mundos en donde la explotación, la maldad y la fuente de la guerra han sido extirpadas. En nuestro planeta la monstruosidad revestida de infinidad de trajes crece a costa y sustento de una falsa concepción del mundo, de la vida, de la justicia. De allí que nuestros grandes maestros nos enseñan que la lucha contra el mal es legítima. De lo contrario seremos aplastados como bichos sin misericordia, ya que el mal no vacila como nosotros. El mal actúa ciegamente, se mete en nuestros nidos, en nuestros aires,  en nuestros hijos, en nuestra alimentación, en el ambiente, en nuestras mentes. Es como un cáncer que contagia todos los tejidos vitales de la sociedad. Es por ello que hay que actuar contra el mal. Pero esta actuación debe ser toda una concepción: una filosofía, una ciencia, un arte, una mística. El Buitre es una fibra del mal, es un caso perdido, es un cáncer sin remedio, pues para él es fundamental la carne  muerta. Es mentira que el Buitre coma granos, si comer cadáveres es su vida y lo seguirá siendo así esté moribundo. Por ello debemos mantener una actitud firme con él; sin embargo,  con los nuestros debemos ser flexibles, persuasivos. Pero no confundamos la flexibilidad con la vacilación.

  -Comprendo, hermanita Llama, pero les pido hacer un último intento. Hay que penetrar en el corazón de la bestia, hay que extenderle nuestras limpias manos, hay que demostrarle nuestras buenas intenciones y la bondad pura. Tal vez así se conmueva y para cuando lo libremos, ya no vuelva a ser enemigo y podamos disfrutar alegremente, todos, los dones de la naturaleza.
 -Ya te hemos dicho lo que pensamos hermana Paloma.
 -Les pido por el amor de Dios esta caridad.
 -No vamos a colaborar para que te maten, entiende , lo tuyo no es bondad, ni justicia, es una falsa concepción, es una necedad.
 -Entonces iré sola- dijo un poco contrariada la Paloma, cogiendo el cargamento y tomando vuelo con trazas de partir.
 -No te dejaremos- corearon a una las hermosas Llamas...
 
  Pero ya era tarde, la Paloma había levantado vuelo rumbo ala hondonada.
  Tenue era la luz crepuscular y los insectos de la noche empezaban sus chillidos estridentes, cuando oculta cruzó la Paloma los peñascos sembrados de gallinazos, que en actitud de acecho espiaban. Las ratas agazapadas en la oscura hondonada vieron que la Paloma aparecía en los cielos. La jefa ordenó camuflarse dejando solo al Buitre, que intentaba huir.
  -!Hermanita! - exclamó el Buitre.
  - Aquí te traigo los granos, hermano.
  -!Ve cómo estoy. Unas hormigas me han picado, ve cómo me han hecho!- y mostró las heridas hechas por las ratas. La luz que filtraba era tenue y solamente pudo apreciar que el Buitre tenía hinchado y arañado su cuerpo. No se percató que estaba libre de sus ataduras. Abajo, en las oscuras cuevas, unas ratas espiaban, estaban sedientas de sangre.
  -Ven, hermana, estoy muy mal. Mucho has tardado. Ven, baja más y dame de comer los granos que me has traído.
 
  La Paloma estaba confusa, luego recordó lo que le habían dicho el Jilguero, el sabio Pez del arroyo y las Llamas. Se le cruzó por su mente el Gran Código Moral de sus hermanos  guías. ¿Cómo resolver el problema?

  "Él, en verdad está mal. No puede moverse, está hambriento y mal herido. ¿Que fuerzas puede tener para hacerme daño?-pensaba- Sí, lo voy a ayudar. Les demostraré a todos mis hermanos de la tierra que se puede regenerar a un buitre. Le daré el grano en su pico como cuado se lo doy a mis crías en su nido, y que hermoso será darle de comer y reanimarlo..."  

   La buena  Paloma con su cargamento bajó aún más.... le pareció extraño verlo desenredado y  le pudo apreciar mejor las heridas. Le sobrevino un raro presentimiento y la voz ancestral de la especie que le avisaba de un inminente peligro. Meditó serena  y dedujo que no habían  sido las hormigas las causantes del agravio, sino las ratas y en actitud defensiva ascendió unos metros.

  -¿Qué pasa?¿No me ibas a dar los granos?- la persuadió el Buitre.
  -Sí,- dijo la Paloma- lo que me llama la atención es que no veo a las hormigas que te han agredido.
  -Se fueron. Es una variedad de hormigas gigantes, son como arañas que tiene filudos colmillos y garras. Tú no las conoces,  viven en las profundidades de estos parajes y cuando atacan hacen minuciosamente su daño y se marchan para no volver. ¿Ves? ya se fueron. ¿Quién más podrá ser?
  -Está bien, hermano, disculpa mi desconfianza. Allí está tu grano, junto a vos; come pues.
  -No puedo moverme, ven a darme tú- suplicó el Buitre.

  "¿Que tanto miedo?¿Qué tanto será? ¿Por qué tiemblas esqueleto miserable?" -pensó la Paloma.

    Y decidida y firme bajó junto al Buitre...quien de un zarpazo cogió por el cuello a la Paloma, quién perpleja y sangrante no salía de su asombro.

  -Al ataque - ordenó la rata jefa, y la mancha negra de ratas dando chillidos de hambre salieron de sus oscuras cuevas a la orgía de sangre.

   De pronto, del cielo, las legiones de acero, los guías, LOS CÓNDORES, bajaron desde lo más alto de las cumbres como flechas candentes, haciendo huracanado ruido, bajaron sedientos de justicia. Se entabló descomunal pelea en las alturas con los gallinazos, que huían despavoridos, mal heridos. Temblaron las ratas. El Buitre preso de pánico, soltó a la moribunda paloma. Las ratas huyeron en desbandada sin obedecer a su jefa que fue la primera en marcharse a su oscura cueva. El Buitre aturdido por la poderosa fuerza que caía del cielo y se desplomaba sobre su cabeza pelada, atinó a arrastrarse por entre la espesura, siguiendo el camino de las ratas, logrando internarse en el túnel maloliente, cual lúgubre tumba. Se sintió cadáver en medio de las tinieblas  y de pronto le volvieron a la razón infinidad de pinchones que se clavaban en todo su cuerpo y en su pelada cabeza, taladrándole hasta el alma. Le pasaron por su mente fugaces imágenes de vísceras, de tripas, de sangre coagulada y de carne podrida. Eran imágenes que se iban haciendo intermitentes, borrosas  se fueron disipando lentamente hasta quedar un manto negro de mortaja. Quiso chillar, pero el grito se ahogó en lo más recóndito de su ser. Era para el Buitre noche absoluta y eterna.

  Bajaron del cielo los majestuosos Cóndores con sus alas extendidas como avemarías en actitud protectora, levantaron a la Paloma que yacía inerte en las pegajosas fibras, la cargaron tiernamente, como a una polluela. Nadie pisó yerba maldita y tan sólo revolotearon la zona con gran cuidado, reconociéndola. Anochecía y la luna se asomaba por entre nubarrones. A una sola voz, todos levantaron vuelo más alto. Ya en la cima, continuaron examinándola, tenía color de cera... parecía sin vida... La gigantesca luna ya brillaba sin manchas en el firmamento y en aquella estancia en donde todo era blanco por la luz plateada bajaron a descansar los majestuosos Cóndores en las graníticas cumbres. Pusieron a la Paloma en un lecho de paja, tejido por hábil artista y de entre las rocas salió un Anciano Cóndor de rostro lozano y sereno, a quién todos guardaban reverencia. Lo seguían otros Cóndores más mozos, al parecer sus auxiliares, que portaban en sus fuertes garras medicinas naturales de la Antigua Ciencia. Fueron directos al lecho de la Paloma y empezaron un rito sacrosanto, melodías cósmicas, ungüentos sagrados, arcilla celeste, masajes rítmicos, fuego y humo blanco alzándose reverente al estrellado cielo, y rezos y cantos sublimes , que de pronto: ¡Oh sabio, oh portento!,  devolvieron una chispa de vida a la Paloma.

   El Anciano Cóndor oró solemnemente con sus alas extendidas y su mirada al cielo, como buscando ojos cósmicos para agradecer los sagrados dones.
   Le volvía la vida a la Paloma,  como se aliviaba del cuello, de sus alas y de todo el cuerpo, como sentía que minuto a minuto renacía, volviéndole el alma y la vida. Podía moverse. ¡Qué alegría!

   Cuando la blanca luna empezaba a descender, un joven Cóndor charlaba alegremente con la Paloma.

   -Es hora, hermana, me han encomendado llevarte al Lago encantado- dijo el Cóndor mozo a la Paloma.

    Y tomándola suavemente remontó por las cumbres nevadas. Como avanzaba el majestuoso Cóndor con sus alas extendidas en medio de la humareda. Cuando se despejó el nublado cielo llegaron a la altura planicie en donde se reflejaba el cosmos. ¡Qué belleza!, no se sabía si eran celestes o verdes las aguas vivas y cristalinas del Lago.





-Hermano Cisne- dijo el Cóndor Mozo- aquí te traigo a la hermana Paloma, hazte cargo de ella, está convaleciente, ya sabes lo que pasó. Adiós, hermana Paloma.
-Adiós, hermanito- exclamó agradecida, mientras el Cisne recibía con sus impecables alas a la Paloma.

   El agua mansa y serena discurría en el gran lago, la bandada de cisnes tan finos y elegantes nadaban con su garbo innato y con sus grandes ojos miraban a la blanca Paloma que en la orilla charlaba muy atenta con el cisne guía, el cual generoso le invitó a darse un baño en el lago de las maravillas. Clareaba el día, las aguas templadas levantaban un tenue vapor que extasió al manso animal, haciéndole perder la noción del tiempo y del espacio por unos instantes. Cuando salió de su embeleso había amanecido, el sol salía de abajo del lago, parecía que de ahí nacía la bola gigante, que puntualmente cumple su diaria jornada. Ahora el lago era un manantial brilloso en donde infinitos arco iris  juntaban todos los colores de la naturaleza haciendo un paisaje extraño. Los cisnes se veían de todos los colores, que alegres danzaban al ritmo de una exquisita música que venía de las profundidades. ¡Qué raro! ella también flotaba y bailaba siguiendo el ritmo de los cisnes, que se le acercaban para festejarla. La rodearon infinidad de cisnes dejándola en el centro con el fin de rociarla de agua clarísima. Un Anciano Cisne  de rostro sereno y de gran hermosura le llevó en su pico el maná del lago para que sacie su hambre. Cuando lo hubo comido se sintió más fuerte y una extraña alegría desbordante le estremeció hasta la última célula. El paisaje todo, se le filtraba por sus poros potenciando su energía. Ante tanta dicha y belleza, no pudo contener el llanto, eran lágrimas de gozo. Cómo agradeció la inmensa humanidad de sus hermanos que le llenaban el alma de alegría.

   De pronto, el azul del cosmos se llenó de majestuosos Cóndores, seguidos por todas las aves del cielo... la blanca Paloma sintió un deseo irresistible, un impulso inexplicable, y de entre la fantástica belleza del lago y de los cisnes emprendió rítmico vuelo con sus fuertes alas doradas y su piquito de oro, allá hacia las alturas, hacia la cima en donde el sol brillaba más para juntarse en cuerpo y alma a la bandada infinita de sus hermanos...











LOS CÓNDORES de Nicolás Masías Sosa
se terminó de imprimir el 20 de agosto de
1991 en los talleres tipográficos de IMDISER
en la ciudad de Piura. El tiraje fue de 1000
ejemplares.







   NICOLÁS MASÍAS SOSA (CASTILLA-PIURA)

    Ha publicado "Pensamientos para Meditar" (1974), "Los hombres se miraron" (1980), "Los Canchones" (1981) y "Aguas Vivas" (1986). Textos suyos aparecieron en la revista Korillacta de Piura.

   Con "Los Cóndores",  Nicolás Masías pasa a formar parte de la escasa nómina de nuestros fabulistas. Como se sabe, las fábulas o cuentos apólogos más conocidos son de procedencia asiática y europea. La escuela peruana, olvidando la rica tradición fabuladora indígena, trasmitió aquellos (cuya importancia y belleza no negamos) con una exclusividad que a la larga resultó perniciosa  porque creo la falsa idea de que nuestros relatos populares, llenos de sabiduría y profundidad, no eran dignos de constituirse en material educativo.

   "Los Cóndores" es otra vez la alegoría de la lucha del bien contra el mal. Sin embargo, en sus páginas se discute la posibilidad de conseguir que los entes malvados, en este caso el Buitre, reflexionen y, persuadidos por el bien, abandonen su condenable conducta. Pero el relato se resuelve negando la hipótesis y la moraleja posible de la fábula es que cuando el mal es la raíz y el fundamento vital  de un ser, no queda más camino que combatirlo sin pausa y sin cuartel.


                                                                       EL EDITOR

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