jueves, 7 de febrero de 2019

RELATOS BREVES (1)






RELATOS BREVES   (1)*

Para mi entrañable y respetado suegro Enrique Carranza Martínez, en sus tiempos, consecuente dirigente obrero textil y comunal. Que el árbol de la vida esparza su buena semilla.


EL RITO DEL NIÑO AMARU CUNYA



El niño Amaru Cunya camina tres horas para llegar a su escuela. Se levanta a las cuatro de la madrugada, le ayuda a su padre a ordeñar las cabras y sale corriendo con su alforja de fiambre, que le ha preparado su madre para todo el día. En la oscuridad, bordea un cerro, cruza la arboleda y una quebrada y cuando está en lo alto de la última loma, ya para bajar a su destino, se para unos minutos a contemplar su escuelita. Lo hace todos los días como un rito. Mira los muros blanquísimos de barro y caña, hechos a pulso con mucho amor por sus padres. Absorto en sus pensamientos sigue mirando con profundidad su escuelita y luego que se ha deleitado  baja corriendo, gritando con alegría, en un arranque de entusiasmo. ¡Qué admiración y respeto muestra por su casa de estudios! ¡Cuánta fe y esperanza en el futuro me da  el niño Amaru Cunya!



EL CHORRO





La comunidad florecía con el chorro que era como un prodigio del cielo. En los seres vivos y hasta en las piedras resplandecía la vida por el agua cristalina que manaba del chorro.

   Una mañana triste se secó el chorro en plena sequía general. La comunidad tenía reservas para pocos días. A la semana comenzó el éxodo de hombres y animales sedientos. A los diez días cuando las últimas familias acomodaban sus equipajes, los pocos niños de la aldea llegaron corriendo exclamando:

¡¡¡Ha despertado el chorro, ha despertado el chorro!!!


   El chorro en su remota existencia, como una madre tierna, volvía a manar agua para que continúe la vida.



LA INVASIÓN



El joven perseguido llegó de madrugada a su choza en una invasión de tierras para vivienda. La puerta de lata había sido violentada. Entró con cautela en la oscuridad. Escuchó la respiración agitada de alguien que dormía en su cama. Con resolución prendió un fósforo para alumbrar al forastero. Era un loco conocido, que le había invadido su choza y su cama. Apagó el fósforo y se retiró al angosto patio, se sentó en la blanca arena y apoyó su espalda en la estera dorada y una leve sonrisa se dibujó en su rostro pensativo y moreno iluminado por la luna.


LA IDEA EN EL AIRE


El poeta acostado en su cama y en larga noche de meditación concibió una idea brillante, se levantó desnudo, prendió luz para anotar la idea; pero el ruido despertó a su mujer, quien con mucha ternura le dijo: “amor, hoy no tenemos para la comida. ¿Qué hacemos?”. El poeta volvió a la dura realidad y se le fue la idea, que se quedó en el aire…


Alcalá de Henares, invierno de 2019.


(*) Cuadernos de NMS: Relatos breves.

(**) Ilustraciones de Martín Vite Bautista.










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