martes, 29 de noviembre de 2016

EL HOMBRE QUE NO SE QUERÍA IR (FÁBULA)


(FÁBULA)
Al Maestro Marcos Ana.
A su eterna memoria.

El Anciano amaba tanto a la humanidad,
que a pesar de su cuerpo adolorido,
no quería morir.
Se aferraba a la vida
para seguir amando.
   Sus Amigos y Amigas le decían:
-¡Vete hermano, ya has cumplido tu misión!
-¿Por qué tanto amor, hermano? Si el hombre
te aprisionó, te vejó, te torturó.
-Te encerró como una fiera por largos años de martirio
en mazmorras nauseabundas porque defendiste
la justicia, el amor y la belleza.
-Los mejores años de tu vida te los robaron
las tinieblas en abismos insondables.  
-Te privaron de la luz del arco iris, del color de las mariposas,
de la fragancia de las flores, del canto del ruiseñor.
-Te negaron el murmullo del río, la inmensidad del mar,
el vuelo de los pájaros, el fulgor de las estrellas…
-Te privaron de la ternura del amor, de las miradas ardientes,
de los labios insinuantes, de la entrega de la amada.
-Te robaron a tus hijos con los que jugabas
en las verdes praderas
del paraíso de tus sueños.

   El Anciano moribundo meditaba apacible
cuando dos candentes lágrimas
quemaron sus mejillas.

   Y sus Amigos y Amigas:
-¡Ya es hora de que partas, hermano!
Con tu muerte tu obra crecerá
como crece la luz
cuando huyen las tinieblas.
-Las nuevas generaciones valorarán tu lucha,
tu sacrificio y toda tu obra.
¡Pero debes partir, hermano!
-Tus ideales triunfarán para hacer de la humanidad
un mundo justo y fraterno.
¡Pero ya vete, hermano, no nos hagas sufrir!
-Toda vida tiene su ciclo, hermano,
y tú has hecho por diez vidas,
a pesar de que el monstruo de las tinieblas
te mató una vida.
¡Pero por piedad ya vete, hermano!
-Vivirás en tus ideales, en tu verbo,
en la quimera de la esperanza.
¡Pero ya vete, hermano, a descansar en paz!
   Entonces apareció una anciana
de luminosa belleza
y le habló con dulzura:
-Mi amado tenemos que partir hacia lo infinito
ya has dado ejemplo de justicia,
de belleza y de hermandad
y te toca partir, ahora, por amor.

   El Anciano moribundo le respondió
con su voz inmensa:
¡Mi amada, todo lo hice por Amor!

   Y se abrazó de la luminosa belleza
quedándose dormido para siempre.

Alcalá de Henares, 25 de noviembre de 2016.
NMS




lunes, 21 de noviembre de 2016

FÁBULAS DEL LIBRO EL TRINO EN LA SELVA (TERCERA ENTREGA)


EL JUEGO DEL GATO Y EL RATÓN



   Un Gato agazapado saltó y atrapó a un Ratón que temblaba de terror. El Gato rió siniestro y le dijo:
-¡Juguemos a correr!
   Muerto de espanto, el Ratón no respondió, sin embargo vio brillar una esperanza mientras el Gato lo tenía entre sus garras. Su estrategia consistió en hacerse el rengo.
-¡Qué risa me das, eh! –dijo el Gato- Corre su puedes… ¡A ver… uno, dos, tres, ¡cojo es!... ¡ja, ja, ja!
   El Ratón hizo oídos sordos a la burla. Midió el terreno para escapar, pues el juego del Gato era muy serio para él.
   El Gato siguió burlándose y lanzándolo para arriba. “Uno, dos, tres, ¡cojo es!... ja, ja, ja”.
   Lo arrojaba y lo recogía. En uno de esos lanzamientos, el Ratón cayó en la puerta de una cueva y se metió veloz en ella. El Gato, sorprendido, dio un salto para atraparlo, pero fue demasiado tarde. El Ratón se había esfumado, dejándolo con la miel en los labios.
   Una vez en su techo, el Gato enfurecido narró el triste acontecimiento a sus amigos, quienes se burlaron de él a carcajadas. El Ratón, por su parte, contó a su roedora comuna la odisea vivida con el Gato.
   Los maestros ratoniles aconsejaron a los más pequeños que hasta en el último instante de la vida debemos mostrar valor, ingenio y esperanza.






EL GLOBO Y EL CÓNDOR



   En cierta ocasión, un niño infló un Globo que tenía la forma de un oso gigante. El Globo, lleno de ingenuidad, creyó encarnar realmente a la fiera y se elevó por los aires hasta las cumbres más altas, donde moran los cóndores. Creyéndose un oso fiero desafió a las grandes aves del lugar.
   El cóndor padre llamó a su pequeño pichón y le dijo:
-Ve a jugar con esa bolita que va por los aires, pero ten cuidado, no la destruyas.
   El pichón obedeció y fue al alcance del Globo. Éste, que se creía oso, lo miró de mala manera.
   El pichón rió y le dijo:
-Juguemos a las chapaditas.
-No me da la gana –respondió el Oso Globo contrariado.
-¡Juguemos! –insistió el Pichón.
-¡Vete al diablo! – respondió el Globo enojado –¿No ves que te puedo lastimar con mis uñas o estrangularte con mi fuerza bruta? ¿No ves que soy el oso fiero?
-¡Ya, ya! ¡Juguemos al oso fiero! –dijo riéndose el Pichoncito –juguemos a la estrangulada.
   Iniciando el juego, el Globo persiguió al Pichón, pero éste era más veloz, pues tenía libertad de movimiento, mientras el Globo estaba sujeto a los vaivenes del viento.
-¡A que no me alcanzas! –se burló el Pichoncito- ¡Andas de un lado a otro como un borracho!
-¡Ven acá! –gruñó el Globo-. Ahora me toca a mí. Dame alcance si puedes.
   El Pichón corrió a su alcance y lo tocó apenas con su pico filudo, haciéndolo estallar con un estrépito ¡Pum!
   El Globo se precipitó a tierra convertido en un simple jebe. El Pichón, asustado, creyendo que así era el juego, evitó que el jebe cayera cogiéndolo por los aires.
   Con los restos del Globo en el pico, fue a donde su Padre Cóndor y le dijo:
-¡Mira, papá!, la bolita se convirtió en moco de pavo habiéndome dicho que era un oso fiero.
   El Cóndor Padre tiernamente le dijo:
-Hijo, en el mundo habitamos seres grandes y pequeños y todos cumplimos una función. No vayas nunca a creerte algo que no eres, por ejemplo una mosca, pues morirías en los muladares.
-Yo quisiera ser una abejita para hacer panales –dijo el Pichón de Cóndor a su padre.
-No, hijo, porque no podrías hacer miel ni vivir en los colmenares, morirías picado por las abejas.
-Entonces –dijo el Pichón –quisiera ser un borrico para pasear por las verdes praderas.
-Ni pensarlo –dijo el Cóndor Padre -, no podrías trasladar pesadas cargas por el desierto ni tendrías tanta paciencia como él para soportar al hombre. Tú le sacarías los ojos a quien te apaleara.
-¿Y si quisiera ser un tigre?- preguntó el Pichón - ¡Luciría su fuerza y su hermoso pelaje!
-¡Oh, no! –dijo el Cóndor Padre – No podrías cazar en la espesura ni tendrías su agilidad felina, morirías peleando con manadas de leones y pumas.
-¿Y si quisiera ser un pajarito? –insistió el Pichón -¡Cantaría todo el día por campos y montañas!
-No –respondió el Padre Cóndor –no podrías trinar las hermosas melodías y morirías tragado por gavilanes.
-¿Y si quisiera ser un pez para jugar en las aguas cristalinas?- preguntó nuevamente el Pichoncito.
-No podrías hijo mío, te ahogarías en el río y morirías con la boca atravesada por un filudo anzuelo.
-¿Y si quisiera ser hombre? – dijo por último el ingenuo Pichón- ¡Dominaría a todos los animales y sería el señor de las ciudades!
-No, eso menos, hijo mío. No podrías arar la tierra ni escribir poemas, ni hacer la guerra, ni traicionar a tus hermanos. Mejor quédate como eres, Pichón de Cóndor, y luego Cóndor de las Alturas, volando hasta llegar a las cumbres doradas y morar cerca del cielo, donde nadie te puede alcanzar.






LOS CABALLEROS DE LA BOLSA DE ORO



-Padre, ¿por qué hay hombres que teniéndolo todo siguen el camino del mal?
-Hijo, primero debes distinguir qué significa “todo” para ti.
-Que tienen todas las comodidades, todas las necesidades resueltas y además tienen riquezas.
-¿Eso es “todo” para ti? – pregunta el padre.
-Bueno, hasta donde alcanzo a ver – responde.
-Estás errado, hijo, “todo” comprende no sólo lo material, sino también lo espiritual, que es lo más importante.
-Entonces, ¿por qué no hay espiritualidad en quienes tienen riquezas?- pregunta el hijo.
-Es que los ricos están ganados por la fiebre del oro, por los placeres del mundo, y sus espíritus han encallecido. Por aferrarse al oro cometen toda clase de crímenes y presionan a los pobres y a los pueblos. Tienen envilecida su conciencia.
-Padre, ellos son grandes señores en este mundo.
-Es verdad, hijo, ellos para el mundo son impecables, son los “Caballeros de la Bolsa de Oro”, creen poderlo todo y comprarlo todo. El mundo les rinde alabanza y pleitesía como a dioses; pero viven engañados, pues ni con todo el oro del mundo podrían comprar un espíritu puro.
-¿Y qué valor les asignas tú, padre, a esos señores?
-Su valía es negativa, son en esencia peor que los animales. El perrito y el burrito son fieles y nobles compañeros del hombre. ¿Pero ellos?
-Son como culebras, padre.
-Así es, hijo, son como reptiles que infectan su mortífero veneno a los inocentes, como buitres que comen la carroña y como puercos: reyes y señores del lodazal del mundo.





















domingo, 6 de noviembre de 2016

FÁBULAS DEL LIBRO EL TRINO EN LA SELVA (SEGUNDA ENTREGA)


EL EQUILIBRIO DE LAS AGUAS


-Padre, ¿por qué siempre las aguas del río suben y bajan su caudal?
-Porque la naturaleza no es estática, hijo, y está sujeta a permanentes cambios.
-Sería lindo que siempre permaneciera en creciente- dice el hijo.
-¿Y qué te parece si permaneciera siempre en seco?- pregunta el padre.
-¡Sería horrible, no tendríamos agua, no habría pasto ni alimentos, nos moriríamos de sed!
-¿Y qué pasaría si siempre estuviéramos en crecida de río?
-¡Huy, el río se desbordaría, destruiría nuestras plantas, arrasaría con todo, ocasionaría destrucción y muerte!
-Eso es, hijo, tú lo has dicho, ambos extremos son peligrosos, por eso la naturaleza es sabia y siempre tiende a estabilizarse para que la vida florezca. Aun cuando desata su furia lo hace en busca de un justo cauce ya que su estado fundamental es el equilibrio.
-¡Qué maravillosa es la naturaleza, padre!
-¡Sí, es maestra de la vida, tenemos mucho que aprender de ella en los diferentes aspectos de nuestra existencia!




LA FLOR SILVESTRE
Para Silvia, entrañable amiga.


-Soy una Flor Silvestre desconocida, sólo me conocen los campos olvidados y las praderas vírgenes.
-Pero yo sí te conozco, hermosa flor –dijo un cierto pajarito.
-¿Me conoces?
-SÍ, eres la más preciosa de estas praderas, en ti habita el color y la alegría.
-Y yo también te conozco, florcita –tercio una mariposa extendiendo sus alas multicolores.
-¿Me conoces?
-SÍ, toda nuestra familia te conoce, de tu pecho hemos bebido un delicioso néctar.
-Y yo también –dijo una abejita solitaria que revoloteaba tranquila por ahí.
-¿Es posible? –preguntó aturdida la Flor Silvestre.
-Sí, tú nos das el maná para elaborar nuestra miel, eres como una madre que nos provee el sustento.
-Y yo también te conozco –dijo con voz bronca la piedra.
-¿Tú?
-Por supuesto, Florcita, tú haces renacer la vida, en tu corola palpita el arco iris.
-¡Y yo también te conozco! –gritó la nube desde lo alto, llorando gotitas de agua.
-¿Es posible que me conozcas, nube?
-Claro, eres tan bonita que me da gusto regarte. Con el día, relumbras como un diamante y me señalas el sendero.
-Y yo también –dijo suavemente el viento.
-Tú, viento amoroso, ¿me conoces?
-Cómo no voy a conocerte si cuando te acaricio con mis ráfagas, tu fragante perfume me extasía.
-¡Y yo también te conozco! – habló desde lo más profundo la madre tierra.
-Oh, madre adorada, tú me has dado la vida.
-Sí, bienamada, eres como una diosa, por tus poros emana la bondad.
-¡Y yo también te conozco! –retumbó la voz del cielo.
-¡Maravilla de maravillas! Tú, cielo omnipotente, ¿me conoces?
-No eres ninguna desconocida, delicada criatura, tú eres la pureza hecha belleza, la luz del sol hecha color, tú encarnas con otros seres puros lo bueno y lo bello en este aciago mundo llamado tierra.




LA LUCIÉRNAGA Y LOS SAPOS



   En el fondo de una oscura fosa, una familia de Sapos persigue a una Luciérnaga malherida.
Pretenden capturarla. Con monótono croar, la multitud salta en el charco siguiendo la luz que se enciende y se apaga.
-¡Hay que atraparla, hay que atraparla! – gritan en coro.
   La Luciérnaga jadeante se guarece en lo alto de la fosa.
-Allí está que alumbra y se apaga- dice el Sapo más saltarín.
-Sí, allí está y no se mueve –secunda otro.
-¡Baja, cobarde! –le increpa el sapo jefe
-¿Qué hacemos para que baje? –pregunta la caterva.
-Que venga el Sapo Sabio –ordena el jefe-. ¡Y que la haga bajar!
   El Sapo Sabio llega y con voz calma se dirige a la Luciérnaga:
-¡Baja al charco, Luciérnaga, si lo haces te perdonamos la vida!
-¿Perdonarme la vida? ¿Por qué? ¡Si yo no he ofendido a nadie!- contesta la Luciérnaga con voz suave.
-Sí, nos ofendes –dice el Sapo Sabio -. ¿Por qué alumbras? ¡Contesta!
-Porque así es mi naturaleza, amigo, así como tú croas, yo brillo.
-Pues de ahora en adelante –levanta la voz el Sapo Sabio –ya no podrás brillar ni alumbrar.
-¡Que ya no brille, que ya no alumbre! –corea la multitud de Sapos.
-El problema es que voy a seguir alumbrando así no lo quieran, así como ustedes seguirán croando a través de los tiempos.
-Si eres macho –ronca el jefe Sapo –baja y te la verás conmigo.
-Y si eres tan valiente ¿Por qué no subes? –interroga la bella Luciérnaga.
-¡Porque no puedo volar! –contesta gritando el jefe Sapo.
-Ves, hay cosas que no se pueden hacer, tú lo has dicho.
   Entonces el Jefe Sapo grita desesperado:
-¡Que todos los guerreros sapos lancen su veneno a la maldita!
   Y todos los sapos lanzan su veneno que solo sirve para cubrirlos de una capa espumosa.
   La Luciérnaga, luego de recobrar fuerzas, vuela irradiando su luz al cielo.




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