EL EQUILIBRIO DE LAS
AGUAS
-Padre, ¿por
qué siempre las aguas del río suben y bajan su caudal?
-Porque la
naturaleza no es estática, hijo, y está sujeta a permanentes cambios.
-Sería lindo
que siempre permaneciera en creciente- dice el hijo.
-¿Y qué te parece
si permaneciera siempre en seco?- pregunta el padre.
-¡Sería
horrible, no tendríamos agua, no habría pasto ni alimentos, nos moriríamos de
sed!
-¿Y qué
pasaría si siempre estuviéramos en crecida de río?
-¡Huy, el
río se desbordaría, destruiría nuestras plantas, arrasaría con todo,
ocasionaría destrucción y muerte!
-Eso es,
hijo, tú lo has dicho, ambos extremos son peligrosos, por eso la naturaleza es
sabia y siempre tiende a estabilizarse para que la vida florezca. Aun cuando
desata su furia lo hace en busca de un justo cauce ya que su estado fundamental
es el equilibrio.
-¡Qué
maravillosa es la naturaleza, padre!
-¡Sí, es
maestra de la vida, tenemos mucho que aprender de ella en los diferentes
aspectos de nuestra existencia!
LA FLOR SILVESTRE
Para Silvia, entrañable amiga.
-Soy una
Flor Silvestre desconocida, sólo me conocen los campos olvidados y las praderas
vírgenes.
-Pero yo sí
te conozco, hermosa flor –dijo un cierto pajarito.
-¿Me
conoces?
-SÍ, eres la
más preciosa de estas praderas, en ti habita el color y la alegría.
-Y yo
también te conozco, florcita –tercio una mariposa extendiendo sus alas
multicolores.
-¿Me
conoces?
-SÍ, toda
nuestra familia te conoce, de tu pecho hemos bebido un delicioso néctar.
-Y yo
también –dijo una abejita solitaria que revoloteaba tranquila por ahí.
-¿Es
posible? –preguntó aturdida la Flor Silvestre.
-Sí, tú nos
das el maná para elaborar nuestra miel, eres como una madre que nos provee el
sustento.
-Y yo
también te conozco –dijo con voz bronca la piedra.
-¿Tú?
-Por
supuesto, Florcita, tú haces renacer la vida, en tu corola palpita el arco
iris.
-¡Y yo
también te conozco! –gritó la nube desde lo alto, llorando gotitas de agua.
-¿Es posible
que me conozcas, nube?
-Claro, eres
tan bonita que me da gusto regarte. Con el día, relumbras como un diamante y me
señalas el sendero.
-Y yo
también –dijo suavemente el viento.
-Tú, viento
amoroso, ¿me conoces?
-Cómo no voy
a conocerte si cuando te acaricio con mis ráfagas, tu fragante perfume me
extasía.
-¡Y yo
también te conozco! – habló desde lo más profundo la madre tierra.
-Oh, madre
adorada, tú me has dado la vida.
-Sí,
bienamada, eres como una diosa, por tus poros emana la bondad.
-¡Y yo
también te conozco! –retumbó la voz del cielo.
-¡Maravilla
de maravillas! Tú, cielo omnipotente, ¿me conoces?
-No eres
ninguna desconocida, delicada criatura, tú eres la pureza hecha belleza, la luz
del sol hecha color, tú encarnas con otros seres puros lo bueno y lo bello en
este aciago mundo llamado tierra.
LA LUCIÉRNAGA Y LOS
SAPOS
En el fondo
de una oscura fosa, una familia de Sapos persigue a una Luciérnaga malherida.
Pretenden
capturarla. Con monótono croar, la multitud salta en el charco siguiendo la luz
que se enciende y se apaga.
-¡Hay que
atraparla, hay que atraparla! – gritan en coro.
La Luciérnaga jadeante se guarece en lo alto
de la fosa.
-Allí está
que alumbra y se apaga- dice el Sapo más saltarín.
-Sí, allí
está y no se mueve –secunda otro.
-¡Baja,
cobarde! –le increpa el sapo jefe
-¿Qué hacemos
para que baje? –pregunta la caterva.
-Que venga
el Sapo Sabio –ordena el jefe-. ¡Y que la haga bajar!
El Sapo Sabio llega y con voz calma se
dirige a la Luciérnaga:
-¡Baja al
charco, Luciérnaga, si lo haces te perdonamos la vida!
-¿Perdonarme
la vida? ¿Por qué? ¡Si yo no he ofendido a nadie!- contesta la Luciérnaga con
voz suave.
-Sí, nos
ofendes –dice el Sapo Sabio -. ¿Por qué alumbras? ¡Contesta!
-Porque así
es mi naturaleza, amigo, así como tú croas, yo brillo.
-Pues de
ahora en adelante –levanta la voz el Sapo Sabio –ya no podrás brillar ni
alumbrar.
-¡Que ya no
brille, que ya no alumbre! –corea la multitud de Sapos.
-El problema
es que voy a seguir alumbrando así no lo quieran, así como ustedes seguirán
croando a través de los tiempos.
-Si eres macho
–ronca el jefe Sapo –baja y te la verás conmigo.
-Y si eres
tan valiente ¿Por qué no subes? –interroga la bella Luciérnaga.
-¡Porque no
puedo volar! –contesta gritando el jefe Sapo.
-Ves, hay
cosas que no se pueden hacer, tú lo has dicho.
Entonces el Jefe Sapo grita desesperado:
-¡Que todos
los guerreros sapos lancen su veneno a la maldita!
Y todos los sapos lanzan su veneno que solo
sirve para cubrirlos de una capa espumosa.
La Luciérnaga, luego de recobrar fuerzas,
vuela irradiando su luz al cielo.
0 comentarios:
Publicar un comentario