EL RUISEÑOR Y EL ROSAL
En un Rosal cantó el Ruiseñor sus hondas melodías, alegrando a
las delicadas Rosas. La más hermosa le dijo:
— ¿Por qué el cielo no me dio la gracia de entonar tus trinos?
— ¿Y cómo el poderoso no me dio un cachito de tu belleza? —
respondió el Ruiseñor, mirándose su desteñido plumaje.
— ¡Porque nunca estamos contentos con lo que somos! —
musitó la Rosa más bella.
— ¡O quizá porque los seres aspiramos a ser cada vez mejores!
— dijo el Ruiseñor apesadumbrado.
— ¡Hay cosas irreversibles, hijos míos, — habló amablemente el
espíritu del Rosal — en el universo hay esencias que no
pueden ser transgredidas, pero todas tienen su belleza y
encanto. Tú, Ruiseñor, tienes el don extraordinario de trinar
como los ángeles, aunque tu plumaje no sea tan bello. Y tú,
hijita Rosa, no cantas como el Ruiseñor, pero tu belleza es
una de las más exquisitas aquí en la tierra!
— Es verdad, padre — dijo la bella Rosa.
— Es verdad — reafirmó con su canto el Ruiseñor.
— Hijos míos — solicitó el espíritu del Rosal con amorosa alegría
— juntaos en el Rosal el Ruiseñor y las Rosas para encarnar
un paraíso de música y poesía.
LA MARIPOSA Y LA FLOR
A Sole, mi amor, mi compañera.
La Mariposa se posa en la Flor
y la hermosura se agiganta.
La Flor le brinda su amor
y la Mariposa le canta:
“¡Tu néctar es la miel pura
que al mundo le das presurosa!”
“¡Y tu caricia es ternura!”
Responde la Flor, amorosa.
Canta con suprema devoción
en un árbol el ruiseñor:
“¡El arco iris está en la unión
de la Mariposa y la Flor!”
“El alma de esta unidad
radica en esta belleza”.
Contesta la naturaleza
en su infinita bondad.
EL CÓNDOR SAGRADO Y LOS MONSTRUOS
El monstruo Tumba Cerros dijo:
— No hay montaña de la cual deje yo piedra sobre piedra.
El monstruo Tapa Ríos dijo:
— No hay río que se me oponga, al que yo deje pasar una gota
de su agua.
Y el monstruo Quiebra árboles dijo:
— No hay selva que se me resista ni árbol al que yo deje en pie.
Entonces los tres monstruos dijeron a una:
— ¡Destruyamos la tierra!
Desde el cielo, el Cóndor Sagrado hizo retumbar las montañas con
su voz cósmica:
— ¡Si se atreven a destruir la tierra, monstruos miserables,
vendré con mi ejército de Cóndores y les sacaremos los ojos y
sus malvadas entrañas!
Los tres monstruos pensaron largo rato. Como nunca habían oído
palabras tan firmes y decididas, huyeron despavoridos por las
oscuridades del averno.