EL RITO DEL NIÑO AMARU CUNYA
El niño Amaru Cunya camina tres horas para llegar a su escuela. Se levanta a las cuatro de la madrugada, ayuda a su padre a ordeñar las cabras y sale corriendo con su alforja de fiambre, que su madre le ha preparado para todo el día. En la oscuridad bordea un cerro, cruza la arboleda y una quebrada; y cuando está en lo alto de la última loma, ya por descender a su destino, se detiene unos minutos a contemplar su escuelita. Lo hace todos los días como un rito.
Mira los muros blanquísimos de barro y caña, levantados a pulso y con mucho amor por sus padres. Absorto en sus pensamientos, sigue mirando con devoción su escuelita; y luego, cuando se ha deleitado, baja corriendo, gritando de alegría, en un arranque de entusiasmo.
¡Qué admiración y respeto muestra por su casa de estudios! ¡Cuánta fe y esperanza en el futuro me inspira el niño Amaru Cunya!
EL CHORRO
EL CHORRO
La comunidad florecía con el chorro, que era como un prodigio del cielo. En los seres vivos y hasta en las piedras resplandecía la vida por el agua cristalina que manaba de su fuente.
Una mañana triste, el chorro se secó en plena sequía general. La comunidad tenía reservas solo para pocos días. A la semana comenzó el éxodo de hombres y animales sedientos.
Cuando las últimas familias preparaban sus equipajes, los pocos niños de la aldea llegaron corriendo y gritando con júbilo:
—¡Ha despertado el chorro, ha despertado el chorro!
El chorro, en su remota existencia, como una madre tierna, volvía a manar agua para que continuara la vida.
LA INVASIÓN
El joven perseguido llegó de madrugada a su choza, en una invasión de tierras para vivienda. La puerta de lata había sido violentada. Entró con cautela en la oscuridad y escuchó la respiración agitada de alguien que dormía en su cama. Con resolución prendió un fósforo para alumbrar al forastero.
Era un loco conocido, que le había invadido su choza y su cama. Apagó el fósforo y se retiró al angosto patio. Se sentó en la blanca arena, apoyó la espalda en la estera dorada, y una leve sonrisa se dibujó en su rostro pensativo y moreno, iluminado por la luna.
LA IDEA EN EL AIRE
LA IDEA EN EL AIRE
El poeta, acostado en su cama en una larga noche de meditación, concibió una idea brillante. Se levantó desnudo, encendió la luz para anotarla; pero el ruido despertó a su mujer, quien con mucha ternura le dijo:
—Amor, hoy no tenemos para la comida... ¿Qué hacemos?
El poeta volvió entonces a la dura realidad, y la idea se le fue, quedándose suspendida en el aire.
Alcalá de Henares, invierno de 2019.
(*) Cuadernos de NMS: Relatos breves.
(**) Ilustraciones de Martín Vite Bautista.


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nicolas masias



