I CONGRESO INTERNACIONAL DE LA FÁBULA
REFLEXIONES SOBRE LA ESTRUCTURA DE LA FÁBULA
Introducción
El texto que sigue constituye una comunicación literaria y teórica sobre los orígenes y la estructura de la fábula universal. Su enfoque, a la vez histórico y comparatista, revela una mirada humanista y de largo aliento. En él expongo brevemente los fundamentos que enlazan la literatura sapiencial de Sumer con las tradiciones orientales y occidentales, estableciendo una genealogía del pensamiento moral y simbólico de los pueblos.
A mediados del siglo XX, la escritura más antigua es descubierta en la ciudad de Uruk, con una antigüedad de entre 2500 y 3300 a. C.. Se encuentra en tablillas cuneiformes pertenecientes a la cultura sumeria (Mesopotamia), donde quedaron registrados su quehacer económico, histórico, político, jurídico, científico, religioso y literario.
Las edubba o escuelas, que funcionaron desde temprano, se ocuparon de enseñar, difundir y transcribir en tablillas todo este legado, heredado de milenios de tradición oral. Junto a las creaciones de época formaron grandes colecciones, como la llamada Literatura sapiencial, que abarca disputas, ensayos, instrucciones, preceptos, adivinanzas, exhortaciones, proverbios y fábulas.
Edmund Gordon, quien trabajó sobre los textos referentes a los proverbios y fábulas de Sumer, ha investigado desde nuevas perspectivas el estudio comparativo de la literatura sapiencial. Reconstruyó, descifró y tradujo un total de 295 proverbios y fábulas, donde aparecen 64 especies de animales de todo tipo.
En la fábula sumeria los animales más frecuentes son el perro, el buey doméstico, el oso, el zorro, el cerdo, el carnero, el león, el buey salvaje, la cabra, el lobo, la mangosta y el oso.
El estudio, aún limitado, indica claramente que el hombre de Mesopotamia, hace más de 3000 años a. C., quiso transmitir a través de la fábula y el proverbio una conducta moral, una enseñanza, un consejo, una filosofía práctica, legada de padres a hijos y de maestros a discípulos.
Esta clase de fábula escrita en tablillas nos indica que proviene de una tradición oral antiquísima y que representa un estadio avanzado del género, con una estructura ya desarrollada.
Samuel N. Kramer, autor de La historia comienza en Sumer, manifestó:
“El apólogo de tipo esópico, compuesto de una breve introducción narrativa seguida de una aún más breve moraleja en estilo directo, ya era conocidísimo en Sumer, más de mil años antes del nacimiento de Esopo”.
Esta afirmación del siglo XX confirma lo que ya había señalado en el siglo I el fabulista Valerio Babrio en el prólogo de la segunda parte de su obra:
“La fábula es un invento de los antiguos sirios, de aquellos que hubo hace tiempo, en la época de Nino y Belo...”,
es decir, de los herederos de la cultura sumeria y mesopotámica.
Se ha considerado que Babrio habría sido preceptor de una corte siria:
“En este ambiente sirio, Babrio entró en contacto con las antiguas literaturas mesopotámicas, descubrió su mayor antigüedad con respecto a la griega y tuvo acceso directo a las fábulas mesopotámicas, como lo demuestra su versión de El mosquito y el toro, que coincide con la versión babilónica encontrada en tablillas cuneiformes...” (Fábulas y vida de Esopo, p. 288).
El material fabulístico sumerio dado a conocer por Samuel N. Kramer en La historia empieza en Sumer se encuentra mezclado con proverbios, máximas, adagios y paradojas. La fábula sumeria está muy cerca de la fábula esópica: es, en efecto, un “esopismo antes de Esopo”.
Este material, aparentemente sencillo, encarna una estructura avanzada que habría servido de base a dos corrientes fundamentales de la fábula universal: la oriental y la occidental, sin descartar desarrollos propios en las culturas india, china, griega y romana.
La corriente oriental, encabezada por la India, desarrolla el relato fabulístico, introduciendo proverbios, máximas y cuentos. El Panchatantra, semejante al Ahikar asirio, mezcla proverbios y sentencias con fábulas. También cultiva el aspecto agonal, mediante múltiples réplicas de los personajes.
La fábula china, en cambio, desarrolla el relato sin mezclarlo con otros elementos, y su enseñanza se halla implícita. Sus fábulas, cercanas a la parábola, aparecen en las obras de filósofos como Lie Zi, Yan Zi, Shen Zi, Yin Wen o Mencio.
La fábula hebrea bíblica, dentro de la corriente oriental, introduce el relato religioso, a veces con moralejas de cierre. Ejemplos notables son Los árboles que piden rey (Jueces 9:8-15) o El cardo y el cedro (2 Reyes 14:7-12).
La corriente occidental, encabezada por Grecia, sintetiza todos estos elementos en una estructura breve, donde el relato conduce a una enseñanza concentrada: la moraleja o epimitio. Es la fábula clásica o esópica, que privilegia el diálogo y la síntesis moral.
Ambas corrientes se influencian mutuamente a lo largo de la historia, coexistiendo en la fabulística universal.
En la tradición amerindia, la influencia de ambas es mínima en la fuente oral, que mantiene su pureza simbólica. La Tierra, el Sol, los animales y los elementos son entidades vivientes. Sin embargo, en la escritura moderna, el influjo de la estructura occidental se hace más visible.
Autores como José María Arguedas o Ciro Alegría rescataron relatos de raíz oral, mientras que Reynaldo Martínez Parra recopiló 37 fábulas quechuas con moralejas de cierre, reflejando el encuentro entre ambas estructuras.
Incluso el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita revela esta doble filiación: sus fábulas son esópicas en forma, pero su estructura narrativa y marco autobiográfico son de inspiración oriental.
En conclusión, las dos corrientes fundamentales de la fábula son como dos ríos inmensos y cristalinos que, en su recorrido, se entrecruzan y mezclan para llegar a un mismo destino: el anchuroso mar de la fábula universal.
Muchas gracias.


12:00
nicolas masias
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