NICOLÁS MASÍAS
Ediciones Pável.
Todos los derechos reservados.
Piura, Agosto 1991.
LOS CÓNDORES
En lo
más alto de los Andes se encontraron frente a frente un viejo y malévolo Buitre
y una blanca Paloma.
El Buitre tan luego vio a su presa emprendió
cacería por las alturas inaccesibles de aquellos montes. La Paloma batía sus
blancas alas ofreciendo heroica resistencia.
Fuerte pico, ojos desorbitados, cabeza
rapada y poderosas alas tenía el añejo Buitre. Pequeño pico, ojos hermosos,
cabeza serena y resistentes alas tenía la joven Paloma.
-Ríndete-
exclamó el Buitre.
-Eso
jamás- respondió la Paloma-Ven, alcánzame si puedes.
-Ja,
ja, ja, ¡Qué gran desafío! ¡Te estrangularé, te haré papilla!
La Paloma remontaba por los espacios puros
de las cumbres andinas, seguida por el Buitre, que con ansias devoradoras
rompía el aire con sus poderosas alas. De pronto la Paloma dio una fugaz
voltereta dejándose caer cual piquero en el agua. El Buitre desconcertado quedó
pasmado unos segundos, viendo descender a toda prisa a la Paloma, que iba
derecho a una espesa hondonada con abundante vegetación. Saliendo de su asombro
imitó a la Paloma dejándose desplomar en dirección de la presa, que lo
aventajaba.
-Maldita,
allí voy, peor para ti, en lo hondo será más fácil cazarte y comerte.
-En
el peligro mantener la serenidad, es la primera regla, mejor aún si se mantiene
la iniciativa- pensó en voz alta la Paloma, que escogió bien su retirada,
cayendo en la parte alta de la hondonada, en un lugar despejado.
El Buitre en su alocada persecución y cegado por la ira fue a caer a la
profundidad de un barranco cercado de maleza, que si bien amortiguó su caída,
lo atrapó en pegajosas fibras multicolores que lo inmovilizaron.
-¡Maldita!-
dijo el Buitre- he quedado atrapado como un miserable insecto a merced de mis
enemigos.
Y con furia ciega el animal sacudía su
cuerpo, sus alas, sus patas, enredándose más y más. La Paloma a cierta
distancia en lo hondo del barranco ascendió más su airoso vuelo, yendo a
descansar a un árbol inmenso. El Buitre, en la parte más baja, seguía
contorsionándose, tratando de quitarse las pegajosas fibras que más se le
adherían.
-Amiga
Paloma,- gritó el Buitre para ser escuchado- yo tan sólo trataba de conversar
contigo, de intercambiar ideas, ya que habitamos en estos lares y podemos ser
buenos amigos.
-No
Buitre. Querías matarme.
-¡Oh
no, querida! ¡Qué va! Si somos hijos del mismo creador, somos hermanos, por
Dios santo. ¿Quién cuidará nuestros pichones si nos hacemos daño? ¡Por vida
tuyita, ven a desenredarme!
-¿Puedo
creer en ti, Buitre, cuando juntamente con tus ascendientes has sacrificado a
mis padres, a mis abuelos, a mis antepasados?
-A
tus antepasados los hemos dejado vivir en el monte, inclusive en sus nidos
siempre dejamos algunos huevos para que se procrearan y no se extinguieran. Es
la ley de la selva y de las cumbres vivir de esta manera.
-Pero
no a costas del sufrimiento y la muerte de otros. La naturaleza es tan sabia y
rica y da los frutos para la pervivencia en concordancia con ella.
-Somos
Buitres, Paloma, nuestra existencia se fundamenta sólo con el sufrimiento y la
muerte...
-¿Es
correcto?- le preguntó la Paloma contrariada.
-No
lo sé. Sólo sé que en nuestra mente bulle el microbio del sufrimiento y la
muerte de los débiles a condición de nuestra existencia. Por ello, el buche del
Buitre encarna esta idea.
-Oh,
animal, reconoces ser un buen Buitre, con esa mentalidad jamás podrás ganar el
paraíso.
-¿Qué
es el paraíso?-, preguntó el Buitre pensativo.
-El
paraíso es un jardín inmenso donde hay todos los frutos de la naturaleza, los
más deliciosos y hermosos. Allí, todos los seres viven en equidad y amándose a
través de la ayuda mutua. A nadie le falta un fruto, hay en abundancia, pero
tampoco hay derroche, se consume lo necesario. Existe el gobierno de sí mismo,
un autocontrol consciente en bien del individuo y de la colectividad; y un
gobierno central que satisface a sus elementos las necesidades biológicas y
espirituales. Allí, la maldad ha sido derrotada y hay una sana competencia por
el progreso comunal, sin odios, ni peleas, ni muertes...
-¡Ah
no, todos comer igual! ¿Yo igual que tú, Paloma?
-No,
Buitre. Tú comerás según tu necesidad y tu capacidad.
-¿Y
el trabajo ?
-Sí,
tendrás que ganar el fruto con el sudor de tu frente, como todos los animales
vivientes en el paraíso- afirmó la Paloma.
-Allí
si que no. ¿Pero acaso no es trabajo perseguir, explotar, destruir y matar?-
sentenció el Buitre.
-No
es trabajo positivo, productivo, es negación de las propias leyes de la vida,
es negación al desarrollo en espiral de los seres y de las cosas en el cosmos,
es negación a la supermente y a la moral avanzada.
-Tonterías,
Paloma, yo amo a la Libertad- susurró el Buitre lleno de vanidad.
-
¿LIBERTAD?: ¡Oh libertad amada, eres tan
mancillada que buitre y león te proclaman en festín de tiburón, pero jamás
sabrán cómo es tu pura alma ni cómo se llega a tu corazón!- el Buitre
estupefacto meditó y luego la Paloma continuó- ¡Oh Libertad, Libertad, eres una
gran Diosa y una gran Diabla. Como gran Diosa tus milagros han costado iras
santas y dignas vidas a los humildes y a los pueblos oprimidos; como gran
Diabla has dado a los impíos la satánica espada para oprimir y explotar en tu
nombre con voracidad de hiena. He allí la Libertad desnuda!
-Paloma,
no entiendo ni jota, yo sólo sé que la vida es la vida, que hay que vivirla,
pues de ésta no hay otra. El placer, el gozo es lo máximo, es el canto de la
vida en su esplendor. Qué moral ni moral, en estos tiempos modernos ¿Quién
habla de moral ni ocho cuartos? ¿Mo-ral?, ¿mo-ral?
Y el Buitre quedó pensativo unos instantes,
como tratando de saborear la palabra moo-raal, como si de repente le encontrara
sentido.
-Hermana
Paloma- grito el Buitre- quizás esté confundido, hay veces que pienso en la
moral, como en estos mismos instantes. ¿Es moral para ti, blanca Paloma,
dejarme aquí enredado a merced de tantos peligros de la montaña? ¿Es moral que
me aniquilen o me muera de hambre y de sed en esta hondonada?
A la Paloma le brotaron en su mente un sin
fin de pensamientos.
¿Cómo
era posible que ella, amadora de la vida, permitiera la muerte, aunque sea de
un terrible enemigo? ¿Era permitido matar, así sea de esta manera al Buitre? Si
el quinto mandamiento de la gran ley decía: ¡NO MATAR! ¡NO MATAR!
Estas dos palabras martillaron
insistentemente en la conciencia, en el corazón, en la mente y en todos los
poros de la Paloma. Se aturdió y su pelaje plateado se encrespó como cuando era acechada por
un inminente peligro. El astuto Buitre
comprendió la confusión de la Paloma, y de inmediato dijo:
-Ves,
hermanita, vos eres buena y jamás me dejarás aquí. ¿Acaso, no ves a esos
gallinazos de mi especie en acecho?
Efectivamente, una bandada de negros
gallinazos de las alturas opacaron las tenues luces de la tarde y se fueron a
posar en la parte superior de la hondonada, prestos a devorar al Buitre.
-Está
bien, hermano Buitre, pero yo no podré desenredarte de tan espesa maraña como
lo podrás deducir.
-Claro
que no puedes desatarme, pero sí puedes traerme comida.
-¿Qué
clase de comida: granos, frutos de las plantas? ¡Carne podrida no puedo!
-Tráeme
granos que yo veré cómo los digiero.
La blanca Paloma emprendió veloz vuelo hacia
el infinito en busca del preciado grano para alimentar al Buitre. Tan luego se
marchó, una mueca maligna asomó en el rostro del Buitre, mueca que se fue
convirtiendo en feroz carcajada.
De entre la oscura hondonada y por entre las
infinitas fibras que sujetaban al Buitre, apareció un clan de negras ratas de
cuerpos rechonchos, emitiendo chillidos de hambre y pelea. El Buitre miró
horrorizado aquella nube negra y chillona que le taladraba el cerebro, trató de
incorporarse, pero estaba mucho más enredado. Las ratas avanzaron hasta
toparlo y la más negra y fea le dijo:
-Buitre
maldito, para nosotras eres un gallinazo disfrazado, tan inmundo como todos los
de tu especie, te lo afirmamos cretino que no comeremos tus gualdrapas, pero sí
queremos la carne de la Paloma. Eso sí, tú la vas a cazar.
El Buitre pasmado de miedo de repente se
reanimó y agachando su pelada cabeza en señal de saludo se arrastró entre las
garras de las ratas.
-Ah
... hermanitas, que susto me han dado, yo haré lo que ustedes me ordenen, todo
lo que quieran lo haré al pie de la letra con tal de que no me maten, pero como
estoy enredado...
-Está
bien- respondió la rata más vieja- pero sin trampas eh, pues de lo contrario
morirás atacado por el clan.
-Si,
les juro no les jugaré sucio.
En un santiamén la nube negra de ratas a una
señal dada por la jefa empezaron a roer las miles de pegajosas piolas que
sujetaban al Buitre. Era un verdadero ejército en plena campaña rescatando de las garras de la naturaleza al Buitre, que
suspiraba contento de alivio al sentir que las fibras se hacían añicos ante los
filudos colmillos de las roedoras. Al verse libre quiso emprender veloz fuga,
pretendiendo correr para tomar vuelo, pero se volvió a enredar...
-¡Al
ataque!- ordenó la rata más vieja.
Y la nube negra con chillidos de combate
emprendió contra el Buitre, que daba alaridos siniestros, retumbando las
oscuras cuevas; pero sólo el eco subterráneo respondía a su voz solitaria, que
se fue apagando...
-¡Alto!-
ordenó la jefa- ¡Para qué diablos queremos a este miserable muerto, nos
conviene vivo para que atrape a la Paloma. Despiértenlo- gritó.
Varias ratas empezaron a arañar con sus
asquerosas garras la cabeza pelada del Buitre, que se fue recordando como de
una pesadilla. Cuando recobró el conocimiento y vio los miles de puntitos rojos
que como brazas candentes lo miraban con odio, el Buitre deseó la muerte y
reaccionando le dio un ataque de llanto.
-Calla,
cobarde- le dijo la jefa- te perdonamos la vida por última vez si cumples la
propuesta.
-Sí,
por piedad no me maten, haré lo que ustedes me han ordenado.
En los bellos parajes andinos en donde la
naturaleza mezcla sus dones y hace brotar los frutos más sabrosos, la blanca
Paloma juntaba con su pico de oro los mejores granos, poniéndolos en un ovillo
de seda. Cuando hubo juntado los frutos más suculentos remontó hacia las
cumbres. Fue a su encuentro un Jilguero al verla tan cargada y jadeante.
-Hermana,
¿Quieres ayuda?
-Sí,
hermanito.
-Yo
te ayudaré- Y el Jilguero puso su hombro. -¿Por qué tantos granos si te basta
comer y guardar en tu buche para las crías?
-Sí,
hermanito, pero estos granos no son para mis crías, son para el Buitre que está
en la hondonada.
-¿Qué?
¿Para el Buitre? Si ése es un malvado, sólo nos persigue para matarnos.
-No,
hermano, está arrepentido y pobrecito se ha enredado en la hondonada y si no le
llevo comida va a perecer.
-Hermana,
no te confíes del Buitre, puede ser una trampa para comerte, ya nuestros
hermanos guías nos han advertido de no confiarnos de los malignos, no debes ir.
-He
dado mi palabra , iré a socorrerlo.
-Entonces
le pasaré la voz a nuestros hermanos mayores.
-No
es necesario, sé cuidarme, muchas gracias por
tu ayuda- dijo la Paloma.
-Adiós,
no te confíes, ten muy abiertos los ojos- le dijo el Jilguero.
Continuó su vuelo con su pesado cargamento y
avistando a lo lejos un cristalino arroyo en el que se veían saltar de alegría
a los peces comiendo el manjar de las profundidades, le provocó beber tan
purificado elemento y bajó, puso su cargamento al borde del arroyo y bebió
hasta saciarse. En ese instante el viejo
Pez azulado asomó a la superficie.
-Adiós,
hermana. ¿Como estás?
-Yo estoy bien- respondió la Paloma- ¡Qué hermoso
está el arroyo, no lo había reconocido!
-Nosotros
le damos un cuidado especial, aunque a veces suelen enturbiarlo los macanches
que vienen a beber. No les negamos el agua, sólo les pedimos que no dejen su
mortífero veneno ni hagan daño a nuestros hermanos. ¿A dónde vas con tan pesado
cargamento, hermana?
-Voy
a socorrer al Buitre que está atrapado en la hondonada.
-¿Qué?¿Al
Buitre? Ése es un facineroso, a veces viene a beber de las claras aguas y
pretende coger con su asqueroso pico nuestras crías, tenemos que espantarlo con
una sabia estrategia.
-Sí,
pero está en desgracia, enredado con pegajosas fibras.
-Tú
no podrás desenredarlo.
-Pero
sí darle de comer estos granos que llevo.
-Oh,
no vayas. ¿Acaso no recuerdas la advertencia de nuestros Amautas de no creer en el maligno?
-Lo
mismo me ha dicho el Jilguero, pero no creo que el Buitre sea tan miserable.
-Es
Buitre y te querrá matar. ¡No vayas!
-He
comprometido mi palabra, hermano Pez.
-Pero
con los miserables no se hace trato.
-Es
una obra de humanidad.
-Está
bien, hermana, pero ten mucho cuidado, cuídate de sus garras, de su infeccioso
pico, de sus gruesas alas, mantén la altura, recuerda que no puede levantar
vuelo de inmediato, pues tiene que correr un trecho para elevarse.
-Tendré
muy en cuenta tus consejos, muchas gracias, cuida a los tuyos. Adiós.
-Adiós-
se despidió el Pez entristecido.
Remontó más al monte rumbo a la hondonada
con su cargamento y a mediana distancia avistó los peñascos cubiertos de negro.
Era la bandada de gallinazos, que en actitud serena, como quien ora por la
muerte, pacientes, esperaban. El ingenuo animal pensó que algo malo le había
sucedido al Buitre y que las aves de rapiña estaban así por el festín. De
repente, le asaltó un raro presentimiento. Vio el azul infinito del cielo. El
gran astro seguía declinando a lo lejos,
tras unos cerros; las cumbres estaban solitarias y el llanto de las lechuzas se
hacían cada vez más tristes. Creyó pertinente hacer un descanso antes de llegar
a la hondonada, y desde tierra, entre un verdor reluciente de los pastos
silvestres, un rebaño de majestuosas Llamas, le hacían señales para que
bajara...
-Adiós,
hermanita- le dijo la Llama más hermosa, y todo el rebaño coreó con
exquisita melodía la misma tonada.
-Adiós
hermanas- respondió la paloma - !Qué hermosas y robustas están, cuánto se han
procreado!
-La
naturaleza es tan sabia y tan rica que nos da en abundancia; por ello también
la cuidamos como la niña de nuestros ojos- dijo la Llama más hermosa.
-Pero
lo que más me ha impresionado es su salud reflejada en sus ojos.
-Aquellos
no sólo reflejan nuestra salud física, pues son como un espejo en el que se
refleja el alma, cual manantial cristalino en el que se refleja el sol, la luna y las estrellas. Pero también
tenemos problemas, la clave es pugnar,
persistir constantemente para resolverlos. Hermana, ¿Por qué tanta prisa con
ese cargamento?
-Es
que voy con urgencia a socorrer al hermano Buitre caído en la hondonada.
-¿Buitre?
!Oh no! Ése es un carnicero, es un desalmado, es un asesino. No vayas, seguro
que te emboscará.
-Lo
mismo me ha dicho el Jilguero y el sabio Pez del arroyo; pero he dado mi
palabra de honor. ¿Acaso no ven esa nube negra de gallinazos en aquellos
peñascos, junto a la hondonada, prestos a devorar al Buitre?
-No,
hermana. Justamente por eso te hemos llamado, porque los gallinazos no esperan
la muerte del Buitre sino tu retorno. Ya el Jilguero nos había advertido tu
necia posición y hemos investigado. No solamente los gallinazos esperan tu
muerte, sino también las negras ratas, que moran debajo de las fibras. Esto ya
lo saben primero que nadie las legiones de acero que tienen puestos sus
sentidos en el cosmos. Ellos son bien claros y rectos y cumplen fielmente con
el Gran Código Moral de la Naturaleza.
-Es verdad- dijo la Paloma- ¿Pero es moral
dejar que maten a un hermano aunque sea malo, sin hacer nada por él? ¿Es moral
no enderezar al perdido? ¿Acaso el buen pastor no cuida más a la oveja
descarriada? Por amor de Dios. ¿Qué ejemplo nos dio el crucificado?
-Está bien, hermana- le dijo la Llama más hermosa- aquella
filosofía es ideal y etérea, es para otros mundos en donde la explotación, la
maldad y la fuente de la guerra han sido extirpadas. En nuestro planeta la
monstruosidad revestida de infinidad de trajes crece a costa y sustento de una
falsa concepción del mundo, de la vida, de la justicia. De allí que nuestros
grandes maestros nos enseñan que la lucha contra el mal es legítima. De lo
contrario seremos aplastados como bichos sin misericordia, ya que el mal no
vacila como nosotros. El mal actúa ciegamente, se mete en nuestros nidos, en
nuestros aires, en nuestros hijos, en
nuestra alimentación, en el ambiente, en nuestras mentes. Es como un cáncer que
contagia todos los tejidos vitales de la sociedad. Es por ello que hay que
actuar contra el mal. Pero esta actuación debe ser toda una concepción: una filosofía,
una ciencia, un arte, una mística. El Buitre es una fibra del mal, es un caso
perdido, es un cáncer sin remedio, pues para él es fundamental la carne muerta. Es mentira que el Buitre coma granos,
si comer cadáveres es su vida y lo seguirá siendo así esté moribundo. Por ello
debemos mantener una actitud firme con él; sin embargo, con los nuestros debemos ser flexibles,
persuasivos. Pero no confundamos la flexibilidad con la vacilación.
-Comprendo, hermanita Llama, pero les pido
hacer un último intento. Hay que penetrar en el corazón de la bestia, hay que
extenderle nuestras limpias manos, hay que demostrarle nuestras buenas
intenciones y la bondad pura. Tal vez así se conmueva y para cuando lo
libremos, ya no vuelva a ser enemigo y podamos disfrutar alegremente, todos,
los dones de la naturaleza.
-Ya te hemos dicho lo que pensamos hermana
Paloma.
-Les pido por el amor de Dios esta caridad.
-No vamos a colaborar para que te maten,
entiende , lo tuyo no es bondad, ni justicia, es una falsa concepción, es una
necedad.
-Entonces iré sola- dijo un poco contrariada
la Paloma, cogiendo el cargamento y tomando vuelo con trazas de partir.
-No te dejaremos- corearon a una las hermosas
Llamas...
Pero ya era tarde, la Paloma había levantado
vuelo rumbo ala hondonada.
Tenue era la luz crepuscular y los insectos
de la noche empezaban sus chillidos estridentes, cuando oculta cruzó la Paloma
los peñascos sembrados de gallinazos, que en actitud de acecho espiaban. Las
ratas agazapadas en la oscura hondonada vieron que la Paloma aparecía en los
cielos. La jefa ordenó camuflarse dejando solo al Buitre, que intentaba huir.
-!Hermanita! - exclamó el Buitre.
- Aquí te traigo los granos, hermano.
-!Ve cómo estoy. Unas hormigas me han picado,
ve cómo me han hecho!- y mostró las heridas hechas por las ratas. La luz que
filtraba era tenue y solamente pudo apreciar que el Buitre tenía hinchado y
arañado su cuerpo. No se percató que estaba libre de sus ataduras. Abajo, en
las oscuras cuevas, unas ratas espiaban, estaban sedientas de sangre.
-Ven, hermana, estoy muy mal. Mucho has
tardado. Ven, baja más y dame de comer los granos que me has traído.
La Paloma estaba confusa, luego recordó lo
que le habían dicho el Jilguero, el sabio Pez del arroyo y las Llamas. Se le
cruzó por su mente el Gran Código Moral de sus hermanos guías. ¿Cómo resolver el problema?
"Él, en verdad está mal. No puede
moverse, está hambriento y mal herido. ¿Que fuerzas puede tener para hacerme
daño?-pensaba- Sí, lo voy a ayudar. Les demostraré a todos mis hermanos de la
tierra que se puede regenerar a un buitre. Le daré el grano en su pico como
cuado se lo doy a mis crías en su nido, y que hermoso será darle de comer y
reanimarlo..."
La buena
Paloma con su cargamento bajó aún más.... le pareció extraño verlo
desenredado y le pudo apreciar mejor las
heridas. Le sobrevino un raro presentimiento y la voz ancestral de la especie
que le avisaba de un inminente peligro. Meditó serena y dedujo que no habían sido las hormigas las causantes del agravio,
sino las ratas y en actitud defensiva ascendió unos metros.
-¿Qué pasa?¿No me ibas a dar los granos?- la
persuadió el Buitre.
-Sí,- dijo la Paloma- lo que me llama la
atención es que no veo a las hormigas que te han agredido.
-Se fueron. Es una variedad de hormigas
gigantes, son como arañas que tiene filudos colmillos y garras. Tú no las
conoces, viven en las profundidades de
estos parajes y cuando atacan hacen minuciosamente su daño y se marchan para no
volver. ¿Ves? ya se fueron. ¿Quién más podrá ser?
-Está bien, hermano, disculpa mi
desconfianza. Allí está tu grano, junto a vos; come pues.
-No puedo moverme, ven a darme tú- suplicó el
Buitre.
"¿Que tanto miedo?¿Qué tanto será? ¿Por
qué tiemblas esqueleto miserable?" -pensó la Paloma.
Y
decidida y firme bajó junto al Buitre...quien de un zarpazo cogió por el cuello
a la Paloma, quién perpleja y sangrante no salía de su asombro.
-Al ataque - ordenó la rata jefa, y la mancha
negra de ratas dando chillidos de hambre salieron de sus oscuras cuevas a la
orgía de sangre.
De pronto, del cielo, las legiones de acero,
los guías, LOS CÓNDORES, bajaron desde lo más alto de las cumbres como flechas
candentes, haciendo huracanado ruido, bajaron sedientos de justicia. Se entabló
descomunal pelea en las alturas con los gallinazos, que huían despavoridos, mal
heridos. Temblaron las ratas. El Buitre preso de pánico, soltó a la moribunda
paloma. Las ratas huyeron en desbandada sin obedecer a su jefa que fue la
primera en marcharse a su oscura cueva. El Buitre aturdido por la poderosa
fuerza que caía del cielo y se desplomaba sobre su cabeza pelada, atinó a
arrastrarse por entre la espesura, siguiendo el camino de las ratas, logrando
internarse en el túnel maloliente, cual lúgubre tumba. Se sintió cadáver en
medio de las tinieblas y de pronto le
volvieron a la razón infinidad de pinchones que se clavaban en todo su cuerpo y
en su pelada cabeza, taladrándole hasta el alma. Le pasaron por su mente
fugaces imágenes de vísceras, de tripas, de sangre coagulada y de carne
podrida. Eran imágenes que se iban haciendo intermitentes, borrosas se fueron disipando lentamente hasta quedar
un manto negro de mortaja. Quiso chillar, pero el grito se ahogó en lo más recóndito
de su ser. Era para el Buitre noche absoluta y eterna.
Bajaron del cielo los majestuosos Cóndores
con sus alas extendidas como avemarías en actitud protectora, levantaron a la
Paloma que yacía inerte en las pegajosas fibras, la cargaron tiernamente, como
a una polluela. Nadie pisó yerba maldita y tan sólo revolotearon la zona con gran
cuidado, reconociéndola. Anochecía y la luna se asomaba por entre nubarrones. A
una sola voz, todos levantaron vuelo más alto. Ya en la cima, continuaron examinándola,
tenía color de cera... parecía sin vida... La gigantesca luna ya brillaba sin
manchas en el firmamento y en aquella estancia en donde todo era blanco por la
luz plateada bajaron a descansar los majestuosos Cóndores en las graníticas
cumbres. Pusieron a la Paloma en un lecho de paja, tejido por hábil artista y
de entre las rocas salió un Anciano Cóndor de rostro lozano y sereno, a quién
todos guardaban reverencia. Lo seguían otros Cóndores más mozos, al parecer sus
auxiliares, que portaban en sus fuertes garras medicinas naturales de la
Antigua Ciencia. Fueron directos al lecho de la Paloma y empezaron un rito
sacrosanto, melodías cósmicas, ungüentos sagrados, arcilla celeste, masajes
rítmicos, fuego y humo blanco alzándose reverente al estrellado cielo, y rezos
y cantos sublimes , que de pronto: ¡Oh sabio, oh portento!, devolvieron una chispa de vida a la Paloma.
El Anciano Cóndor oró solemnemente con sus
alas extendidas y su mirada al cielo, como buscando ojos cósmicos para
agradecer los sagrados dones.
Le volvía la vida a la Paloma, como se aliviaba del cuello, de sus alas y de
todo el cuerpo, como sentía que minuto a minuto renacía, volviéndole el alma y
la vida. Podía moverse. ¡Qué alegría!
Cuando la blanca luna empezaba a descender,
un joven Cóndor charlaba alegremente con la Paloma.
-Es hora, hermana, me han encomendado
llevarte al Lago encantado- dijo el Cóndor mozo a la Paloma.
Y tomándola suavemente remontó por las
cumbres nevadas. Como avanzaba el majestuoso Cóndor con sus alas extendidas en
medio de la humareda. Cuando se despejó el nublado cielo llegaron a la altura
planicie en donde se reflejaba el cosmos. ¡Qué belleza!, no se sabía si eran
celestes o verdes las aguas vivas y cristalinas del Lago.
-Hermano
Cisne- dijo el Cóndor Mozo- aquí te traigo a la hermana Paloma, hazte cargo de
ella, está convaleciente, ya sabes lo que pasó. Adiós, hermana Paloma.
-Adiós,
hermanito- exclamó agradecida, mientras el Cisne recibía con sus impecables alas
a la Paloma.
El agua mansa y serena discurría en el gran
lago, la bandada de cisnes tan finos y elegantes nadaban con su garbo innato y
con sus grandes ojos miraban a la blanca Paloma que en la orilla charlaba muy
atenta con el cisne guía, el cual generoso le invitó a darse un baño en el lago
de las maravillas. Clareaba el día, las aguas templadas levantaban un tenue
vapor que extasió al manso animal, haciéndole perder la noción del tiempo y del
espacio por unos instantes. Cuando salió de su embeleso había amanecido, el sol
salía de abajo del lago, parecía que de ahí nacía la bola gigante, que
puntualmente cumple su diaria jornada. Ahora el lago era un manantial brilloso
en donde infinitos arco iris juntaban
todos los colores de la naturaleza haciendo un paisaje extraño. Los cisnes se
veían de todos los colores, que alegres danzaban al ritmo de una exquisita
música que venía de las profundidades. ¡Qué raro! ella también flotaba y
bailaba siguiendo el ritmo de los cisnes, que se le acercaban para festejarla.
La rodearon infinidad de cisnes dejándola en el centro con el fin de rociarla
de agua clarísima. Un Anciano Cisne de
rostro sereno y de gran hermosura le llevó en su pico el maná del lago para que
sacie su hambre. Cuando lo hubo comido se sintió más fuerte y una extraña
alegría desbordante le estremeció hasta la última célula. El paisaje todo, se
le filtraba por sus poros potenciando su energía. Ante tanta dicha y belleza,
no pudo contener el llanto, eran lágrimas de gozo. Cómo agradeció la inmensa
humanidad de sus hermanos que le llenaban el alma de alegría.
De pronto, el azul del cosmos se llenó de
majestuosos Cóndores, seguidos por todas las aves del cielo... la blanca Paloma
sintió un deseo irresistible, un impulso inexplicable, y de entre la fantástica
belleza del lago y de los cisnes emprendió rítmico vuelo con sus fuertes alas
doradas y su piquito de oro, allá hacia las alturas, hacia la cima en donde el
sol brillaba más para juntarse en cuerpo y alma a la bandada infinita de sus
hermanos...
LOS CÓNDORES de Nicolás Masías Sosa
se terminó de imprimir el 20 de agosto
de
1991 en los talleres tipográficos de
IMDISER
en la ciudad de Piura. El tiraje fue de
1000
ejemplares.
NICOLÁS MASÍAS SOSA (CASTILLA-PIURA)
Ha publicado "Pensamientos
para Meditar" (1974), "Los hombres se miraron" (1980), "Los
Canchones" (1981) y "Aguas Vivas" (1986). Textos suyos
aparecieron en la revista Korillacta de Piura.
Con "Los Cóndores", Nicolás Masías pasa a formar parte de la
escasa nómina de nuestros fabulistas. Como se sabe, las fábulas o cuentos
apólogos más conocidos son de procedencia asiática y europea. La escuela
peruana, olvidando la rica tradición fabuladora indígena, trasmitió aquellos
(cuya importancia y belleza no negamos) con una exclusividad que a la larga
resultó perniciosa porque creo la falsa
idea de que nuestros relatos populares, llenos de sabiduría y profundidad, no
eran dignos de constituirse en material educativo.
"Los Cóndores" es otra vez la alegoría de la lucha del bien
contra el mal. Sin embargo, en sus páginas se discute la posibilidad de
conseguir que los entes malvados, en este caso el Buitre, reflexionen y,
persuadidos por el bien, abandonen su condenable conducta. Pero el relato se
resuelve negando la hipótesis y la moraleja posible de la fábula es que cuando
el mal es la raíz y el fundamento vital
de un ser, no queda más camino que combatirlo sin pausa y sin cuartel.
EL
EDITOR
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