MASA
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “¡No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
“¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: “¡Tanto amor, y no poder nada contra la
muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate, hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste,
emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…
CÉSAR VALLEJO, del libro España, aparta de mí este cáliz.
Biblioteca Clásicos del Perú, César Vallejo, Obras Completas,
pág. 792.
F Á B U L A S
FÁBULA: EL CUERVO PERSEGUIDO
El mal invadió el bosque y hombres y animales morían. El Cuervo se puso a luchar contra el mal; pero el mal era más poderoso que el Cuervo, a quien dejó malherido.
Entonces los hombres vieron sospechoso al Cuervo y lo culparon del mal de la peste, porque argumentaron que “era pájaro maldito” y empezaron a perseguirlo para matarlo. En la cacería morían muchos pájaros, y al Cuervo no lo podían matar.
—¡Vete de aquí, hermano Cuervo! —le dijeron los demás pájaros.
—¡Por piedad, vete! —le suplicaron—, la peste y la matanza que nos hace el hombre nos están exterminando.
—¡Sí, hermanos, me voy! —dijo muy triste el Cuervo, con el dolor en su corazón—. Todo mal que sufre la Madre Naturaleza, ella misma con su innata sabiduría lo curará; pero el mal que padece el hombre maligno es difícil de curar, contra el cual hay que luchar sin cesar.
FÁBULA: LA CALUMNIA (**)
El Lobo calumnió al Burro de haber matado al cachorro del rey León. El rey de la selva, queriendo aleccionar a todos los animales, los reunió para condenar en público al vil asesino.
—¡Yo no como carne, señor rey! —dijo el dócil Burro con los ojos llorosos.
—El pasto está escaso y el Burro ha degenerado, por eso ha comido carne —acusó el Lobo.
—Pero el olor de las huellas es de fiera. ¿Cómo explicas esto, Lobo? —preguntó el León irritado.
—El Burro ha borrado sus rastros para inculpar a las fieras —se defendió el Lobo.
—Pero el Burro usa cascos y sus pisadas son bien claras. Las que están en el lugar del crimen son garras. ¿Qué dices, Lobo? —interrogó con los ojos chispeantes el rey León.
—Entonces han sido las Hienas —dijo el Lobo.
—¡Ahora cambias tu acusación! ¡Está claro que no ha sido el Burro! ¿Entonces culpas a las Hienas, verdad? —interrogó furioso el rey León.
—¡Sí, han sido las Hienas! —dijo el Lobo con vehemencia.
—¿Qué pruebas tienes?
—¡Que son devoradoras de cachorros! —respondió el Lobo.
—¡Tú también lo eres!
—¡Pero yo respeto a su familia y soy leal! —dijo el Lobo, ya cansado.
—¡Precisamente esa lealtad es la que quiero que me demuestres!
—¡Me someto a la prueba que usted diga, majestad!
—¡Pues quiero oler tu garganta! —sentenció el León, resolutivo.
El Lobo hizo un largo silencio. Luego, agachó sus orejas, hincó sus patas delanteras y exclamó con voz temblorosa:
—¡He sido yo, señor! ¡Tengo doble culpa: he matado a tu hijo y he calumniado al Burro!
—¡Mereces la muerte! —bramó el rey León indignado.
Y cuando el León se iba a abalanzar sobre el Lobo, el Burro se interpuso implorante:
—Señor, por piedad, ya no más muertes. Vendrán las jaurías de lobos de otros territorios para la venganza.
—¿Qué hacemos entonces? —interrogó el rey León, ya calmado y pensativo.
—¡Destiérrelo, señor!
—¡Bien, Lobo, agradece al bondadoso Burro, que te ha salvado la vida, y desaparece de mi vista. Nunca más quiero volverte a ver!
Moraleja:
El veneno de la mentira es el precio de la envidia.
FÁBULA: LA LECHUZA EN LA LUZ
La Lechuza, en honda meditación, empezó a graznar en pleno día. De pronto, el sol empezó a oscurecer y en pocos minutos se hizo de noche.
—Dinos, Lechuza, ¿qué ha pasado? —preguntaron asustados los animales del bosque.
—Se trata de un eclipse —dijo muy tranquila la Lechuza.
—¿Qué es eso? —preguntaron.
—Es simplemente que la luna ha tapado el sol, pero pronto pasará y volverá la luz.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—¡Porque lo estoy viendo con mis potentes ojos! ¡Ahora mismo vuelve a salir el sol!
Y efectivamente volvió a alumbrar el sol. Entonces todos los animales la emprendieron contra la Lechuza:
—¡Es bruja!
—¡Es diabla! —gritaron enfurecidos.
—¡Hay que quemarla! —dijo alguien.
—¡Sí, hay que quemarla! —gritaron todos.
Ante la inminente locura de los fanáticos, el Gran Cóndor bajó de las alturas y con su voz potente y justiciera dijo:
—¡Ignorantes, oscurantistas, dejad a la sabia que irradie su luz en las tinieblas!
FÁBULA: EL CUERVO EN EXHIBICIÓN
Fábula sobre la libertad y la dignidad frente a la vanidad y la explotación
El Águila Imperial sacaba pecho en la exposición de aves rapaces.
Tan bien amaestrada estaba, que todos querían tomarse fotos con ella.
De vez en cuando, se llevaba el pico a la cuerda que le ataba una pata.
El Búho, con ojos relucientes y gran cabeza de gato, sacudía las alas y aceptaba orondo los fogonazos de las cámaras.
La Lechuza, de ojos amarillos como el sol y redondos como la luna, permanecía impasible ante la gente y los flashes que la relumbraban.
En cambio, el Cuervo, como un joven rebelde, miraba a los humanos con desprecio. Llevaba su pico a la cuerda que lo ataba y la sacudía con furia. En sus ojos brillaba la rabia.
Su plumaje negro, deslucido, se erizaba como serpientes furiosas. Nadie quería fotos con él. Lo veían como un apestado, por su fama de mal agüero y su aire desafiante.
Pero en sus ojos chispeantes, yo leí lo que gritaba en silencio:
—Vosotros, seres humanos, sois peores que las bestias: nos quitáis la libertad para exhibirnos por dinero y por vanidad.
Moraleja:
Más noble es el que se niega a ser vendido,
que el que por fama se muestra rendido.
FÁBULA: JUSTICIA Y LIBERTAD
El clamor por la justicia y la libertad
Si un pobre grita:
¡Pan!
Puede que sea soportable
para sus opresores,
que quizá
le arrojarán
un mendrugo.
Pero que un hombre
del pueblo
clame:
¡Justicia y Libertad!
Allí sí
que para sus
opresores
está mal,
que tratarán
a toda costa
de silenciarlo.
Pero toda noche
tiene su final,
y ningún sistema,
por más bestial,
podrá eternamente
a un pueblo
esclavizar.
Moraleja
El pan calma temporalmente el hambre;
justicia y libertad, al mundo cambian.
FÁBULA: LA UNIÓN
La fuerza de la unidad
En los Andes se reunieron los animales para discutir la forma de liberarse del Puma, que los venía exterminando.
—Hay que pedirle diálogo —dijeron las inocentes Llamas, mirando con sus ojos mansos.
—¡Ese no entiende de diálogo! —dijo el Zorro muy severo.
—Entre todos pidamos audiencia —dijeron las serenas Vicuñas.
—Será en vano y aprovechará para hacer una matanza —intervino el audaz Guanaco, que muy poco hablaba.
—Supliquémosle que nos deje en paz —se manifestaron las delicadas Alpacas.
—¡Eso es imposible, es una fiera terrible! —exclamó el hábil Conejo.
—¿Qué haremos, hermanos? —habló el manso Perro, que había sufrido la muerte de sus cachorros.
—¿Qué dices tú, hermano Cuy, que estás tan pensativo? —habló el bondadoso Burro.
—Hay una forma de sacarlo de aquí —dijo el ingenioso Cuy, convencido—, ya que nadie aislado puede medir sus fuerzas con el desalmado.
—¿Cuál es? —interrogó el Zorro.
—Para esta acción se requiere astucia y coraje, hermanos —manifestó el pequeño Cuy, levantando su puño.
—¿De qué se trata? —interrogó el Conejo.
—Se trata de que todos vamos a fingir estar locos, de que nos ha caído el mal de la rabia —dijo persuasivo el Cuy.
—Entonces nos empezaremos a morder unos a otros para que se la crea el Puma —reforzó la mentira el Conejo.
—¡Pero hay una cosa que solucionar! —dijo enérgico el Cuy.
—¿Cuál? —interrogaron todos.
—Uno de nosotros tiene que hacer de cuerdo, que no tiene el mal, es quien engañará al Puma —aseveró con fuerza el Cuy.
—¡Que sea el Conejo! —gritó apresurado el astuto Zorro—, porque a mí no me creerá, el Puma me tiene tirria.
—¿Qué dices, Conejo? —interrogó muy serio el Cuy.
—¡Por el bien de toda la comuna lo haré! —exclamó eufórico el Conejo—. Le gritaré al Puma desde la boca de mi guarida, ya pensaré lo que le diré.
—¡Bien hecho, hermano, así se habla! —dijo muy alegre el Cuy, y todos aplaudieron.
Cuando declinaba la tarde, el Cuy dio la voz de alarma: el Puma bajaba a cazar como de costumbre.
De inmediato, todos los animales en la quebrada se pusieron a correr y a fingir que se mordían unos a otros.
El Puma, que en un principio se alegró de ver tantos animales al alcance de sus fauces, se paró en seco al ver la actitud agresiva de las dóciles Llamas y Alpacas. En eso que estaba observando, sacó la cabeza desde su guarida el Conejo y gritó:
—¡Señor Puma, cuidado le vayan a contagiar la rabia esos animales locos!
—¿Qué, se han contagiado con la rabia? —interrogó preocupado el vozarrón del Puma.
—¡Sí, señor! —respondió el Conejo—, una jauría de perros rabiosos los ha mordido, yo logré meterme a mi cueva.
—¿Se han vuelto locos que no dejan de morderse?
—¡Sí, señor, están locos perdidos! Le han mordido también al Jaguar y está loco de remate.
—¿Qué, el Jaguar está con la rabia?
—¡Sí, señor, el Jaguar está haciendo estragos en la otra quebrada, ya no demora en regresar, me preguntó por usted!
—¿Por mí? —resopló preocupado el Puma.
—¡Sí, señor, por usted! Dijo que antes de morir quería saldar unas cuentas pendientes y que no pararía hasta encontrarlo.
—¡Eso es lo que ha dicho!
—¡Sí, señor!
—¡Me quiere contagiar la rabia el muy cobarde! —bramó el Puma indignado, mientras salía corriendo, como un ratón asustado.
El Cuy corrió para abrazar al Conejo por el éxito del plan, y todos los animales se unieron al festejo.
Moraleja
La unión, con astucia y valor,
vence al más grande opresor.
EL AVESTRUZ Y EL COLIBRÍ
—Eso no es posible, mi querido señor —respondió el alígero Colibrí.
—¿Por qué no puedes?
—Porque podría terminar aplastado por sus inmensas patas. Desde su altura no me vería.
—¿Cómo crees tú, pedazo de animalito, que te voy a pisar? ¿Me crees ciego?
—No es eso, señor, sino que, por casualidad, podría usted pisarme, y un pisotón suyo sería muerte segura para mí.
—¡Entonces, so pedazo de renacuajo, no quieres caminar conmigo! —gritó histérico el Avestruz.
—Sería una insensatez de mi parte, señor, exponer mi vida de esa manera —replicó calmo el Colibrí.
—¡Para mí es una ofensa que me rechaces y no quieras caminar conmigo! ¡No acepto tus disculpas!
—Mayor razón tengo ahora, señor, para no aceptar su invitación. Usted no entiende razones. Mi actitud ha sido correcta al mantenerme a prudente distancia. Si no me mataba con sus patas, lo iba a hacer con su pico. Adiós.
Moraleja:
Aléjate a tiempo de los abusivos,
pues suelen mostrarse muy agresivos.
LA LUZ QUE NUNCA SE APAGA
El hombre más rico y vanidoso de un pueblo prendió una vela gigante en medio del altar mayor del templo, para que todos lo vieran.
El hombre más pobre y humilde del mismo pueblo prendió con mucha devoción una pequeña velita en un rincón del templo, para que nadie lo viera.
El cirio del rico comenzó a derretirse como mantequilla en el sol, mientras la pequeña velita del pobre puesta con mucho amor permanecía intacta.
Pasaron los días y la velita del pobre seguía alumbrando causando admiración en el pueblo.
El hombre rico se encolerizó y de un manotazo quiso apagar la velita y la llama lo quemó; pero el soberbio siguió golpeando la luz, que más se avivaba.
Entonces todos los congregados al ver el prodigio echaron al rico del templo y se fueron a buscar al pobre que en el campo seguía en su diaria faena, cultivando con mucho amor sus plantitas...
La luz que nunca se apaga
es la luz del Amor.
FÁBULA DE LOS PINGÜINOS
Cuando llega la tormenta con frío y viento, los pingüinos no se esconden, sino que se juntan.
Forman un solo cuerpo: hombro con hombro, pecho con espalda, cola con ala.
Siguen su instinto y sabiduría, sin que nadie mande ni se imponga.
Se mueven sin parar, como si danzaran una vieja canción de invierno para espantar la muerte.
Cada paso calienta al otro, cada giro es un gesto de amor.
Quien está en la orilla, donde el viento es fuerte, pronto es relevado al centro, al calor del grupo, y otro ocupará su lugar sin protestar ni tener miedo.
Saben que el calor se hace entre todos, y que si uno se aleja aunque sea un instante, el hielo puede atraparlo para siempre.
Moraleja:
Donde hay unión que se mueve,
la vida nunca se detiene.
FÁBULA: LOS CUERVOS SOLIDARIOS (**)
Cuando las Águilas Degeneradas asolaron el bosque, los pequeños pájaros pidieron auxilio a los Buitres.
Pero éstos, hambrientos, comenzaron a devorarlos sin piedad.
Desesperados, huyeron al territorio de los Cuervos.
Los Cuervos mandarines intentaron hacer lo mismo que los Buitres, aprovechando el caos.
Pero la Masa de Cuervos, conmovida por la matanza, se rebeló.
Guiados por los jóvenes Cuervos, alzaron su voz y obligaron a los mandarines a acoger a todos los Pájaros Forasteros.
Los jóvenes, firmes y solidarios, predicaban el Código Moral de la Madre Naturaleza, y exhortaban a todos:
—Hermanitos, aprended de nosotros la unidad en los buenos y malos tiempos.
Confiad en vuestras propias fuerzas.
Nuestra solidaridad no es perfecta, pero aprendamos juntos a mejorarla, para que cada amanecer nos traiga un nuevo sol de justicia, libertad y fraternidad.
Moraleja:
Cuando el pueblo es solidario,
vence al poder sanguinario.
LA FÁBULA ES UNA INTERPRETACIÓN VELADA DEL MUNDO
Alcalá de Henares, otoño de 2015
NMS.
Ilustraciones: Martín Vite Bautista.


14:30
nicolas masias












