MI AMIGO "EL BARBAS" (*)
A mis amigos amantes de los animales: Nataly, Said, Andrea, Dario,
Paul, Domi, Ana, Pili, Carlos, Josefina, ...
Mi amigo “El Barbas” es un
perro enorme, color azabache, pelo abundante, unos mechones le caen por sus
ojos enormes como si fueran cerquillos de mujer por lo que tiene que mover la
cabeza para poder ver, sus barbas
abundantes le rodean su hocico, sus patas de pantera están cubiertas de tupido
pelaje. Está esquelético, su dueño lo abandonó en la Residencia canina del cerro de los Ángeles, en Madrid.
El propietario de la perrera
ha ordenado que a los perros abandonados se les debe dar solo media ración de
comida por eso el “El Barbas” está muy flaco.
Cuando le fui a dar de comer
por primera vez salió a recibirme a su jaula, me miró pensativo con sus
hermosos luceros marrones que asomaban por su cerquillo ondulado, luego se puso
alegre, mueve la cola y mira su plato vacío que se lo estoy lavando, tiene
mucha hambre. Yo infrinjo la orden del jefe llenando de comida su bandeja. Le
sirvo en otro recipiente su agua y lo quedo observando y él por ratitos deja de
comer para regalarme una mirada llena de gratitud. Termina de comer y le vuelvo
a llenar el plato ante su mirada de asombro.
Pasaron las semanas y “El
Barbas” fue ganando peso, su pelo, sus barbas se pusieron abundantes y sedosos
y sus ojos brillaban de contento. Cuando no estaba el jefe lo sacaba a dar
vueltas por los jardines de la Residencia canina, parecía un niño corriendo,
yendo y viniendo haciéndome halagos, como un ser renacido.
Cuando con mi compañero descansábamos
para comer o terminábamos la jornada nos íbamos a nuestra habitación que
teníamos en la Residencia, “El Barbas”, a cincuenta metros de distancia, pegado
a la alambrada de su jaula no dejaba de mirarme, hiciera calor o frío, lloviera
o nevara, hiciera viento leve o fuerte, él estaba allí mirándome, no se iba a
dormir, tenía que ir a decirle con cariño que se acueste en su cama de madera,
entonces manso, obedecía. “Se te ha enamorado “El Barbas”, decía en broma mi
compañero. La actitud de mi amigo canino daba mucho que pensar.
Al volver la primavera los
jardines de la Residencia canina resplandecieron, los geranios, las rosas, los claveles abrieron
sus pétalos al sol, embriagándonos con su colorido y su fragancia, “El Barbas”
era tan feliz correteando por las tardes conmigo, por ratos venía hacia mí, se
paraba poniendo delicadamente sus patas en mi pecho y me besaba suavemente con
su lengua la cara, el cuello y yo le acariciaba su hermoso pelaje brilloso.
Cómo pudimos hacer buenas migas en el infortunio, él que no tenía dueño y
estaba abandonado hecho una piltrafa y yo,
inmigrante recién llegado, tan lejos de mi patria, inmensamente solo y
muy adolorido.
Cerro de los Ángeles,
Madrid, verano de 1999.
NMS
Alcalá de Henares, verano de 2018.
(*) Cuadernos de NMS:
Retratos Literarios.
(**) Ilustración de Martín
Bite Bautista.
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