viernes, 29 de marzo de 2019

RELATOS BREVES (2)


RELATOS BREVES (2) *

A la memoria de mi abuelita Clara Luz Navarro,
formidable chacarera del Bajo Piura.


1. LA CHACRA DE MI ABUELITA




La chacra de mi abuelita estaba muy cerca del río, sembrada de verduras, árboles frutales y flores. Las palomas, los pájaros cantores y las mariposas multicolores volaban bajito, mezclándose con los conejos, los cuyes y las gallinas. Una tortuga silenciosa paseaba en su caparazón a toda clase de animalitos, y los perros y los gatos eran mansitos con todos ellos. Grandes y pequeños cooperábamos con alegría en las tareas de la chacra bajo la bondadosa dirección de la abuelita.

Por las noches, bajo la luz de la luna, el olor de las resedas y el rumor del río, los tíos nos contaban los mitos y los cuentos de nuestro pueblo, mientras la abuelita, con sus manos hacendosas, nos servía choclos tiernitos con tazas de hierbaluisa.

Reinaba la felicidad en la chacra de mi abuelita —y en el conjunto de comunidades— hasta que una noche oscura apareció la manada de lobos humanos…






ÑA LUCINDITA

Vivía en una choza limpia y humilde, donde casi no había nada. Los más viejos del barrio decían que la anciana debía rondar los cien años. Su rostro moreno, lleno de surcos profundos, mostraba su larga historia; su pelo largo y descolorido lo llevaba siempre bien peinado; sus ojos, escondidos en sus cuencas, brillaban como dos luceros. Su pequeña figura caminaba descalza por los espesos arenales, y su voz, como salida de una caverna, sonaba lastimera y sonora.

La gente se preguntaba: ¿cómo vive tanto ña Lucindita sin tener nada? ¡Si su comida es de pordiosera! ¡Si a veces no come uno o dos días, quizá por vergüenza o por no molestar! Los vecinos más buenos iban a visitarla y la encontraban lavando a mano sus eternas polleras. Con ánimo tranquilo y generoso los miraba amorosamente, y a veces una lágrima traicionera asomaba en el fondo de sus bellos diamantes.

El día menos pensado, bajo un sol brillante, la encontraron dormida en la blanca arena de su choza, con un rictus de alegría. Sus ojos, aún brillosos, estaban fijos en el azul intenso del cielo.





EL HOMBRE QUE LE HABLABA A LA PIEDRA



Era una piedra tallada como para sentarse, situada bajo un árbol junto al camino que el hombre recorría cada día rumbo a su trabajo. Allí reposaba y le contaba su vida, sus penas y sus alegrías. Cuando llegó la gran crisis —esa que hizo más ricos a los ricos y trajo despidos masivos— el hombre llegaba con un miedo creciente de perder su empleo y se lo confiaba a la piedra. Ella lo escuchaba muda, sin decir nada, y él se consolaba con ese silencio amistoso y con la comodidad de estar sentado en la piedra más hermosa del mundo.

Cuando finalmente lo despidieron, fue a llorar sobre la piedra, a desahogarse hasta el último suspiro. Al calmarse, pensó que ya no volvería por ese camino, después de haberlo recorrido durante veintidós años. Entonces su tristeza fue inmensa, porque ya no se sentaría en la piedra: su confidente y fiel compañera.





LA ORACIÓN AL REVÉS




LA ORACIÓN AL REVÉS

Doña Chona, después de sahumar toda su casa con la oración “Entre el mal y salga el bien”, fue amonestada por doña Luz, quien le dijo que la estaba diciendo al revés y que, así como iba, estaba metiendo al diablo en su hogar. Doña Chona se santiguó sobresaltada y pasó todo el día expulsando al rabudo.

Alcalá de Henares, primavera de 2019.


* Relatos breves: Cuadernos de NMS.

** Ilustraciones de Martín Vite Bautista.

NMS.


jueves, 21 de marzo de 2019

EL ENCANTO DE CADA DÍA






EL ENCANTO DE CADA DÍA





Con profundo cariño para mis amigos y familiares.



 EL ENCANTO DE CADA DÍA

Cada día tiene su encanto, y hasta cada hora.
La cuestión está en saber descubrirlo.

Puede estar en el alba, cuando el sol asoma con sus tenues rayos;
en el azul intenso del cielo, o en las nubes que dibujan figuras colosales;
en la mirada inocente de un niño y en su forma de descubrir el mundo;
en la sonrisa misteriosa de la amada, o en su manera de luchar y enfadarse.

Puede estar en la lluvia suave y fresca que acaricia el rostro,
o en su intensidad que nos hace correr y nos renueva;
en el pétalo de una rosa que se abre al sol,
o en su fragancia y color que nos llenan el alma.

Puede estar en el concierto de trinos de los pájaros en un árbol frondoso,
o en el arrullo de palomas ocultas en sus nidos invisibles;
en la palabra sincera de un amigo,
o en la voz melodiosa de una chica desconocida.

Puede estar en la inmensidad y fuerza descomunal del mar,
o en su murmullo que nos conecta con el cosmos;
en un viejo poema que duerme en un libro,
o en uno nuevo que empieza a caminar.

Puede estar en una canción antigua que nos conmueve,
o en otra entonada por un cantador ambulante;
en una película romántica,
o en una histórica que nos hace pensar en la humanidad.

Puede estar en una marcha de juventud rebelde contra el sistema opresor,
o en la manifestación de mujeres luchando por sus derechos;
en el silencio de una montaña,
o en el bullicio de unos niños en su recreo.

Puede estar en la charla amena entre compañeros de trabajo,
o en una conferencia que nos invita a defender a la Madre Naturaleza.
También en una noche de luna inmensa en el centro del cielo,
o en otra llena de estrellas titilantes en el firmamento.

Puede estar en el abrazo efusivo de un hijo,
o en el recuerdo de las caricias de la madre ausente;
en ese instante supremo de recogimiento, devoción y espiritualidad,
o en el momento sereno de una cura solemne de silencio.

Cada día tiene su encanto.
Solo hace falta detenerse, mirar… y sentir.




Alcalá de Henares, primavera de 2019

NMS



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