La esfera, bañada de gases radioactivos, flotaba en el infinito. Por uno de sus puntos tangenciales, los miserables huyeron en naves siderales.
Escombro y tristeza en la tierra; llanto ancestral de centenas de civilizaciones perdidas. Pero la lúcida inteligencia humana ha sobrevivido al horrendo desastre. Lo más cualitativo de la masa llora y piensa en la noche oscura.
Cuando vuelve la luz, un sol incandescente quema el desastre ocasionado por los monstruos infernales. Manos crispadas que se juntan se levantan. La soledad es inmensa. De pie en la superficie terráquea, los millares de sobrevivientes se miran las pupilas.
La distancia es relativa en todos los aspectos. El mundo es más unido. Los continentes están casi juntos y en todos ellos hay vida humana. Por la vasta experiencia concentrada, el pensamiento se hace clarividente y uniforme; otro porcentaje de las facultades mentales dormidas se despierta. El hombre, prolongación del cosmos, se hace más consciente de su dialéctica. Su práctica y teoría siderales son razonables, justas y morales.
Una voz en el infinito clama:
--¡Curemos a la Madre Tierra!
Espíritus celestes responden:
--¡Mis amados, esa es tarea nuestra!
Otras voces sonoras dicen:
--¡Analicemos las causas de la degeneración humana!
La gran inteligencia revisa el monumental archivo de las civilizaciones perdidas. Del cielo, energía inteligente intercambia ideas. La tarea es ardua, pero al fin cumplida.
La Magna Asamblea se reúne; hay alegría y orden.
Voces cósmicas exclaman:
--¡LA PROPIEDAD PRIVADA HA SIDO EL PADRE Y LA MADRE DE TODOS LOS MALES!
¡SIIIIII! –retumban voces astronómicas.
La tierra se remece; espíritus demoníacos pretenden invadirla, pero son carbonizados por la luminosa atmósfera del bien.
La Asamblea continúa.
Otras voces:
--¡Verdaderamente, la propiedad privada ha sido el pecado original y capital de las civilizaciones. Ella engendró las clases sociales, la explotación, la miseria, las guerras, la opresión y todos los males de los hombres y pueblos!
Más voces:
--¡También incentivó la corrupción, la avaricia, el vicio, haciendo del hombre un ser egoísta, ambicioso y sanguinario, predisponiéndolo a todos los extremos de miseria moral!
Otras voces:
--¡La propiedad, al ser madre de la explotación, acarreó la desigualdad: riqueza y pobreza, y todas las maldades imaginables!
Y otras:
--Muchas enfermedades originó. A un pueblo oprimido le nacen en masa hijos multi-enfermos: de su organismo desnutrido, de su psiquis, de su espíritu, de su alma...
Y acordaron unánimemente:
"EXTERMINAR EL TUMOR MALIGNO DE LAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA"
II
¿Cómo organizar la humanidad? Era el siguiente punto de la Gran Asamblea.
La voz cósmica dijo:
--¡SERÁ UN SISTEMA COMUNITARIO DE EQUIDAD!
¡SIII!–respondieron.
La sapientísima masa humana ve la naturaleza como lo más sabio y armonioso. Cuánta ciencia y belleza hay en una molécula de agua, en un pétalo de rosa, en un canto de un pájaro y en el corazón de una madre...
Y mientras en lontananza se escucha la encantadora música del cosmos, voces exclaman:
--¡NOS ORGANIZAREMOS COMO EL MARAVILLOSO MUNDO DE LAS ABEJAS, PERO ELEVADO A LA ENÉSIMA POTENCIA!
--¡SIII!–contestaron– en nuestra organización comunitaria debe florecer el hombre integral, con capacidades físicas, psíquicas y espirituales que lo encaminen hacia su perfección total.
--¡Verdad! –dicen– su estructura mental es fantástica. Se puede hacer de él un genio del mal o del bien; con el amplio conocimiento experimentado, el hombre comprenderá que la senda del bien es la correcta. Aunque el justo camino no descarta el conocimiento del mal, jamás su aplicación. Este pecado capital, cual apéndice, marcará al hombre a través de los tiempos.
--¡SIII!–manifestaron– el hombre ha purgado millones de años como fino diamante. Con nuestra comuna equitativa algún día será hermoso, pues tendrá belleza física, intelectual, estética, moral y mística. El hombre es tiempo, es espacio, es multitud. Su llanto y su dolor, tan ancestrales, son relativos; fue el drama de infinitos mundos que hoy viven en otras dimensiones de felicidad. Allí, todos los seres se aman y el hombre conversa con el pájaro y el puma, con el desierto y el mar, con el átomo y el sol, con el viento y la flor...
--¡Cierto! –dijeron– hacia esas formas de vida marchamos.
Y de nuevo, los hombres se miraron las pupilas cristalinas y todas sus compañeras concibieron. Escuché coros de niños que asistían al parto sin dolor, y de pronto vi que nacían hermosísimos bebés con radiante alegría. Entonces una voz universal dijo:
--¡HAYA LUZ!
Y empezó haber mayor luz en la conciencia y en la mente de los seres humanos para forjar la Nueva Sociedad. .
III
El ruido estridente de una sirena recordando el toque de queda interrumpió mis fantásticos sueños. Era madrugada. En mi lecho, mi compañera y mis hijos dormían. La radio, en voz baja, anunciaba la guerra. Los pueblos oprimidos eran desangrados por el gran flagelo. El hambre y la miseria cundían, mientras la explotación, la opulencia y el vicio crecían cual sombras siniestras. Los gobiernos corruptos, en complicidad con buitres externos, saqueaban las riquezas nacionales y reprimían a los pueblos esclavizados que, como incansables hormigas, luchaban.
A lo lejos se escuchaban disparos. El sol ha vuelto. En las calles hay movimiento. El pueblo se prepara para la batalla. La espada del enemigo es filuda y cobarde. Después de porfiados forcejeos, el pueblo se ha congregado en su plaza.
Están a la cabeza los hombres que forjan el acero. Los vampiros cercan la plaza con todo su material de guerra. Están sedientos de sangre. La multitud lanza juramentos. El sistema, todo, tiembla. Alcanza la tribuna un hombre de bronceada belleza, parece de acero. Sus palabras sencillas son flechas que van al corazón de la bestia. Ahora habla de un mundo nuevo, de la sociedad de mis sueños... La multitud se mira... y vibra.
Las bestias heridas preparan la matanza. Suenan sirenas y el fuego y la pólvora son vomitados con odio salvaje. Cien balas dan en el pecho blindado del luchador de acero. Quedan desafiando al tiempo sus últimas sentencias:
¡Las bestias salvajes podrán
al hombre matar,
podrán al humano
convertir en pus;
pero jamás comprenderán
que no se puede
sepultar la luz!