DIÁLOGO: EL BURRO Y EL MONO (*)
III
A mi querido sobrino David Salomón
en su lucha por salir adelante.
—Eres un amigo noble,
al que se da la amistad
como a un frondoso roble
lleno de fraternidad.
Como has tenido confianza
en este pobre Monito,
yo te contaré mi historia
sin hacerme alabanza,
pues no soy el Dios bendito
que hay que poner en la gloria.
Aquí, en este bosque espeso,
jugando en todo momento
con monos de la manada
y con singular embeleso,
comemos a carcajadas
el sabroso alimento.
Nos burlamos del rey león
cuando ha salido de caza,
nos ponemos en acción
lanzándole calabaza;
y si damos en la diana,
el león da fuerte rugido,
la selva se paraliza
como asustada rana,
y al verlo renguear herido,
nos matamos de la risa.
El zorrito adefesiero,
cuando no tiene carroña,
nos pide la rica fruta;
pero lo primero, entero,
es que toque la zampoña
y baile como recluta.
Como entonar no consigue,
se desespera al soplar,
ningún sonido le sigue,
poniéndose a lloriquear.
La manada conmovida,
ante el sagaz trapacero,
le brinda la rica comida,
y se la engulle el ratero
como buitre carroñero.
Las hienas son especiales,
verdad que son detestables,
pero hay que aprender de ellas:
unidas, inquebrantables,
persistentes, indomables
y rápidas cual centellas.
¡Pobre del que cae al suelo!
Es devorado en el acto
por las crueles asesinas.
Nos miran con mucho tacto,
dilatando sus retinas,
y en su salivar su anhelo
por saciar pronto su celo.
De ellas también nos burlamos:
les tiramos grandes ramas
con gigantescas espinas,
y al ser muchas, no fallamos;
se revuelcan por las gramas
aullando con sus bocinas.
Toda la selva festeja
y salta con alborozo,
y la manada, de gozo,
de risa se despelleja.
El tigre sí es de respeto;
nos ataca en cielo oscuro,
ya que trepa con cautela,
avanza y se queda quieto,
y sus ojos de candela
brillan cual diamante puro.
La manada lo señala,
armándose un alboroto;
la selva rompe su calma
y viste su mejor gala.
La masa con toda el alma
acusa al felino roto.
El tigre, lleno de tirria,
del árbol da un salto al suelo;
pero sigue acorralado
por una selva de furia
que nunca cede en su celo,
y al fin huye agazapado.
La masa estalla de risa
y todo el mundo celebra
el fracaso de la fiera.
Pero a veces es concisa
y con su ataque certera,
como maligna culebra.
¡Ay, qué dolor nos embarga!
Todos los esfuerzos vanos,
y los débiles hermanos
sufren pena tan amarga.
La manada adolorida
llora con esa tragedia,
haciéndose más precavida
ante el peligro que asedia.
—¡Ay, cuánto dolor, Monito,
a los pobres nos aqueja!
Pero hay que seguir clamando
y ser cual panal de abeja,
que con valor infinito
sigan unidas luchando.
—Sé muy bien de ese valor
que me pones de ejemplo,
nunca he visto tanto amor
por defender digno templo.
—Sigamos por esa senda,
como una estrella de guía,
para que no nos sorprenda
la malvada villanía.
Continuará...
Alcalá de Henares, invierno de 2019.
(*) Cuadernos de NMS: Diálogos.
(**) Ilustración: Martín Vite Bautista.


2:25
nicolas masias

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